La
modernización de nuestro país exige que asumamos
colectivamente el reto y la oportunidad que ofrece un modelo
de desarrollo sostenible que haga compatible una dinámica
de prosperidad económica, conjuntamente con el aumento
del bienestar social y la mejora del medio ambiente. Nuestro
país se encuentra en excelentes condiciones para
dar un salto cualitativo hacia una mayor sostenibilidad
de nuestro modelo de desarrollo, considerando que atravesamos
un largo ciclo económico favorable, con un crecimiento
superior a la media europea, y que contamos con dinámicas
sociales que favorecen el progreso colectivo.
Esta situación favorable
nos permite plantear la Estrategia Española de Desarrollo
Sostenible con un horizonte a largo plazo para aspirar a
una sociedad más coherente en el uso racional de
sus recursos, socialmente más equitativa y cohesionada
y territorialmente más equilibrada.
Esta estrategia se enmarca
dentro de la Estrategia de Desarrollo Sostenible de la UE
(EDS), que fue renovada en el Consejo de Bruselas de 2006
con un principio general consistente en “determinar y elaborar
medidas que permitan mejorar continuamente la calidad de
vida para las actuales y futuras generaciones mediante la
creación de comunidades sostenibles capaces de gestionar
y utilizar los recursos de forma eficiente, para aprovechar
el potencial de innovación ecológica y social
que ofrece la economía, garantizando la prosperidad,
la protección del medio ambiente y la cohesión
social”.
Este objetivo se concreta
en siete áreas prioritarias: cambio climático
y energías limpias; transporte sostenible; producción
y consumo sostenibles; retos de la salud pública;
gestión de recursos naturales; inclusión social,
demografía y migración; y lucha contra la
pobreza mundial. En este contexto, se solicitó que
cada Estado Miembro asumiera sus propios compromisos de
desarrollo sostenible plasmados en sus respectivas Estrategias
Nacionales de Desarrollo Sostenible que serían objeto
de revisión por parte de la Comisión y por
el resto de los Estados.
La EDS reconoce que el desarrollo
económico facilita la transición a una sociedad
más sostenible y por tanto es complementaria con
la Estrategia de Lisboa, en la que las acciones y medidas
se destinan a mejorar la competitividad y el crecimiento
económico y aumentar la creación de empleo.
La Estrategia Española
de Desarrollo Sostenible (EEDS) tiene un planteamiento acorde
con la visión estratégica de la UE, fomentando
un enfoque integrador de la dimensión económica,
social, ambiental y global de la sostenibilidad del desarrollo
con los objetivos de: garantizar la prosperidad económica,
asegurar la protección del medio ambiente, evitar
la degradación del capital natural, fomentar una
mayor cohesión social teniendo en cuenta las tendencias
demográficas actuales y contribuir solidariamente
al desarrollo de los países menos favorecidos en
aras de la sostenibilidad global.
En el marco de la Estrategia
de Lisboa, la dimensión económica del desarrollo
sostenible se aborda en el Programa Nacional de Reformas,
cuyo diagnóstico señalaba la buena evolución
del empleo y el elevado diferencial de crecimiento con la
UE-25, aunque se detectaban ciertas dificultades para alcanzar
la plena convergencia en renta per cápita con la
misma, derivadas de la evolución de la productividad.
Así, la divergencia entre España y la UE-25
en la productividad de los último años tenía
un impacto negativo sobre la competitividad, lo que venía
provocando, unido a otro tipo de factores coyunturales y
estructurales, como el crecimiento del precio del petróleo
o las significativas remesas de inmigrantes, un crecimiento
del saldo negativo de nuestra balanza por cuenta corriente.
No obstante, es destacable que en los últimos años
la recuperación de la productividad del trabajo ha
alcanzado las mayores tasas de crecimiento de la última
década.
En este contexto, el PNR
establece como objetivos prioritarios la plena convergencia
con la Unión Europea en 2010, en renta per cápita
y en empleo y, además, incluye como objetivo transversal
aumentar la eficiencia energética y reducir las emisiones
de CO2 en 2010. Para ello propone la puesta en marcha de
actuaciones en torno a siete ejes estratégicos: el
refuerzo de la Estabilidad Macroeconómica y Presupuestaria;
el Plan Estratégico de Infraestructuras y Transporte
(PEIT) y el Programa AGUA; el aumento y mejora del capital
humano; la Estrategia de Investigación, Desarrollo
e Innovación (INGENIO 2010); las medidas para mejorar
la competencia, la regulación, el eficiencia de las
administraciones públicas y la competitividad; el
mercado de trabajo y el Diálogo Social; y el Plan
de Fomento Empresarial.
En cuanto a su evaluación
y seguimiento, la Comisión Europea ha valorado muy
positivamente el PNR Español. Además, en el
último informe de progreso (2006) de la Estrategia
de Lisboa, se muestran las acciones emprendidas por el Gobierno
en aquellos sectores, como el energético y el de
distribución comercial, donde se identificaron los
principales problemas de carácter regulatorio, al
tiempo que se suscribe como prioridad estratégica
el aumento del peso de las actividades de I+D+i, en línea
con lo establecido en el Consejo de Primavera de 2006. La
inversión en I+D+i es fundamental para lograr un
crecimiento económico sostenido a largo plazo y permitir
la introducción de nuevos procesos productivos que
aseguren que este crecimiento sea compatible con los objetivos
de la sostenibilidad.
Por su parte, esta EEDS
se centra en la dimensión medioambiental, social
y global de la sostenibilidad, y aborda todas las prioritarias
definidas en la Estrategia Europea distribuidas en las tres
dimensiones mencionadas.
En el contexto de la sostenibilidad
ambiental, con el fin de diseñar líneas de
actuación dirigidas a la protección de la
atmósfera, calidad del aire, agua, suelo, naturaleza
y salud, la estrategia española se desarrolla en
tres secciones interrelacionadas: producción y consumo,
cambio climático y conservación y gestión
de los recursos naturales y ocupación del territorio.
La primera analiza la eficiencia en el uso de los recursos,
la producción y consumo responsables y la movilidad
y el turismo sostenibles. La segunda las iniciativas para
mitigar el cambio climático en materia de energía
limpia, sectores difusos y sumideros, así como los
instrumentos de mercado y la adaptación al cambio
climático. Por último, la tercera se centra
en los recursos hídricos, la biodiversidad, los usos
del suelo y la ocupación del territorio.
En lo referente a la sostenibilidad
social, la EEDS desarrolla otros dos aspectos fundamentales,
por una parte, el empleo, la cohesión social y la
pobreza y, por otra parte, la salud pública y la
dependencia. Finalmente, en el ámbito de la sostenibilidad
global se analiza el papel fundamental que juega España
en materia de cooperación internacional para el desarrollo
sostenible.
El análisis de estos
seis grandes temas se enmarca en el contexto de un diagnóstico
inicial que incluye los principales retos que ponen en peligro
la sostenibilidad del modelo de crecimiento español,
en especial, aquellos relacionados con el cambio climático,
al que nuestro país es especialmente vulnerable,
con la necesidad de asegurar un uso eficiente y responsable
de los recursos disponibles, y con los desequilibrios que
podrían originarse por los nuevos fenómenos
sociales como la inmigración, el envejecimiento de
la población o la persistencia de situaciones de
pobreza y desigualdad a nivel mundial. La EEDS culmina con
unas pautas de seguimiento y revisión de la estrategia.
En línea con la Estrategia
Europea de Desarrollo Sostenible, la EEDS incluye entre
sus principios rectores la promoción y protección
de los derechos fundamentales y la solidaridad intra e intergeneracional,
así como, los principios de precaución y hacer
que el que contamine pague en las actuaciones que afecten
a la salud pública y al medio ambiente. Además,
como eje transversal se impulsará la participación
ciudadana, de las empresas y de los interlocutores sociales
en los procesos de toma de decisiones, para lo que propone
como líneas de actuación, aumentar la educación
y sensibilización de la opinión pública
en materia de desarrollo sostenible, mejorar el diálogo
social, aumentar la responsabilidad social de las empresas
y fomentar las asociaciones entre el sector público
y el privado con objeto de conseguir un consumo y una producción
más sostenibles.
Las principales conclusiones
que se derivan de la EEDS en estos ámbitos son las
siguientes:
En materia de sostenibilidad ambiental, es necesario hacer
un uso eficiente y respetuoso de los recursos naturales,
en particular los energéticos, los hídricos,
la biodiversidad y el suelo; así como desarrollar
políticas activas de mitigación de los determinantes
del cambio climático en todos los sectores productivos,
y en especial en los energéticos y de movilidad,
así como de adaptación al mismo. Todas estas
políticas, unidas a las diseñadas específicamente
para mejorar la calidad del aire, permitirán ir reduciendo
los niveles de contaminación atmosférica de
las ciudades españolas. Asegurar la disponibilidad
y calidad de estos recursos de forma compatible con el crecimiento
económico y ante las posibles amenazas del cambio
climático es uno de los principales retos a los que
se enfrentan los países desarrollados. Un consumo
poco eficiente de los recursos naturales disponibles supone
un incremento de las emisiones de los gases de efecto invernadero
(GEI) y de otros contaminantes atmosféricos (óxidos
de nitrógeno, partículas, dióxido de
azufre, compuestos orgánicos volátiles y amoniaco,
entre otros), agrava el problema de la dependencia energética,
tiene consecuencias sobre la salud de la población
y pone en peligro la supervivencia de actividades vertebradoras
del territorio como la agricultura, y en general, la sostenibilidad
territorial. Todo ello exige mejorar la gestión de
los sectores productivos, promover la adopción de
mejoras tecnológicas, optimizar las redes de transporte
tanto de energía como hidráulicas, facilitar
el cambio modal en el uso del transporte, controlar las
emisiones de gases de efecto invernadero y de otras sustancias
contaminantes, y aumentar la valorización económica
de los residuos, así como formar, informar y concienciar
a los ciudadanos y las empresas de los beneficiosos de estas
medidas.
En materia de sostenibilidad
social, España debe realizar un esfuerzo adicional
para que el actual modelo social sea capaz de conjugar crecimiento
económico con bienestar social, fomentando la creación
de empleo, asegurando la reducción de la pobreza
y de las desigualdades evitando las situaciones de exclusión
social. Se trata de establecer áreas de actuación
que garanticen un progresivo incremento del empleo de calidad,
un nivel de vida digno a la población viviendo por
debajo del umbral de la pobreza, la integración de
la población inmigrante y la atención a las
personas en situación de dependencia.
En el ámbito global,
España, como la gran mayoría de los países
europeos, debe destinar un mayor volumen de recursos a los
países en vías de desarrollo con objeto de
contribuir a su desarrollo sostenible y cumplir con los
compromisos adquiridos a nivel internacional en materia
de lucha contra la pobreza a nivel mundial. Este aumento
en el volumen de recursos debe ir acompañado de una
mejora en la eficacia, coherencia y calidad de la ayuda.
Para ello, la política española de cooperación
internacional debe enmarcarse dentro de los principales
acuerdos y consensos que constituyen la agenda internacional
de desarrollo, así como participar activamente en
las instituciones financieras internacionales y los organismos
multilaterales
Todas las actuaciones y
medidas desarrolladas en la EEDS para el cumplimiento de
los objetivos en materia de sostenibilidad ambiental, social
y global serán compatibles con el objetivo de estabilidad
presupuestaria definido por el Gobierno. En este marco,
las políticas de crecimiento económico y de
empleo se desarrollarán coherentemente con la EEDS,
y las decisiones en el seno de la EEDS se adoptarán
de manera compatible con los objetivos en materia económica
y de empleo.
Asímismo,
es necesario considerar la perspectiva de género
que tiene un carácter transversal en la EEDS, tal
y como contempla el Tratado de Ámsterdam por el que
todas las políticas públicas europeas deben
tener presente la perspectiva de género, independientemente
de que además se realicen acciones clave para situaciones
específicas.
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