El Consejo
de Seguridad Nuclear cede a las presiones de la
industria nuclear
15 abril 2006 - Madrid, España
— Tal como Greenpeace anticipaba, después
de que el pasado 29 de marzo se detectaran partes
sueltas en un generador de vapor de la central nuclear
Vandellós-2 que procedían de un tornillo
de sujeción de uno de los tubos que protegen
a las barras de control, el Consejo de Seguridad
Nuclear (CSN) ha claudicado ante las presiones del
lobby nuclear.
En una reunión mantenida
el pasado 5 de abril con los propietarios de la
central de Vandellós-2, el CSN aceptaba que
la central nuclear pudiera arrancar sin verse obligada
a sustituir los tornillos de sujeción de
los tubos de protección de las barras de
control y sin ni siquiera exigir, antes del arranque,
una inspección en profundidad para averiguar
el estado en que se encuentran el resto de esos
tornillos.
Las barras de control son elementos
esenciales de seguridad, ya que sirven para parar
la reacción en cadena en el núcleo
del reactor en caso de accidente. Los tubos que
protegen las frágiles barras de control se
sujetan a una gruesa plancha de acero colocada encima
del combustible del núcleo mediante dos de
estos tornillos. Uno de ellos es el que se ha roto.
El CSN ha querido dar por buenas
las explicaciones de los propietarios de la central
nuclear, según las cuales el riesgo de que
se rompa otro tornillo es mínimo. Sin embargo,
en los Estados Unidos ha habido varios casos en
los que este tipo de tornillos (que están
hechos de Inconel-1000, una aleación susceptible
de corrosión en las condiciones que se dan
en el núcleo de los reactores nucleares),
se han roto.
De hecho, Westinghouse, empresa
americana que diseñó la central de
Vandellós-2, recomienda, sobre la base de
la experiencia en centrales americanas y europeas,
que se sustituyan este tipo de tornillos una vez
superado un tiempo de operación equivalente
a unos 11 años, algo que Vandellós-2,
cuya puesta en marcha se produjo en 1987, ha superado
con creces, incluso asumiendo un tiempo de operación
del 80%.
La primera central americana en
la que se rompió uno de estos tornillos fue
en la de North Anna en mayo de 1982, pero después
ha sucedido en muchas más centrales. Tras
diversos intentos fallidos por resolver el problema
sin cambiar los tornillos, Westinghouse decidió
finalmente reemplazar los tornillos de Inconel por
otros de acero inoxidable después de que
otro tornillo suelto en la central de Wolf Creek
provocara importantísimos daños en
la placa de tubos de uno de los generadores de vapor,
como ha sucedido ahora en Vandellós-2. Hasta
la fecha más de una treintena de centrales
nucleares de diseño Westinghouse en Europa
y Estados Unidos han sustituido estos tornillos
defectuosos, pero, a pesar de todos estos antecedentes,
las centrales españolas, como viene siendo
la norma, estaban al final de la lista y sólo
tenían prevista la sustitución en
las centrales de Ascó y Vandellós
en los años 2007 y 2008. Los hechos se han
anticipado y este nuevo suceso en Vandellós-2,
central que estuvo parada cinco meses en el 2005
sin que a nadie se le ocurriera cambiar estos tornillos,
vuelve a demostrar que la cicatería de las
nucleares españolas, unido a la permisividad
del CSN, terminan por pasar factura.
El CSN, que desde el suceso el
día 29 de marzo no ha vuelto a dar la más
mínima información al respecto de
este problema, parece estar de acuerdo con los propietarios
de la central en que no hay razones que justifiquen
que la rotura del tornillo pueda repetirse en otros
tornillos, y ello a pesar de que el resto de esos
tornillos procede de la misma colada de fabricación
y han estado sometidos a cargas y condiciones de
trabajo similares al que se ha roto. Esta opinión
no deja de ser sorprendente, sobre todo en el caso
de la barra de control cuyo tubo guía ha
quedado sujeta ahora con un único tornillo,
y nuevamente viene a demostrar que a pesar del historial
de ocultaciones y de graves deficiencias detectadas
en Vandellós-2 desde el accidente de agosto
de 2004, el CSN continúa siendo un organismo
regulador paternalista, al servicio de la industria
nuclear y preso de sus necesidades.
“Greenpeace considera que, después
de haber cedido nuevamente a las presiones de la
central de Vandellós-2, en caso de que se
repita la rotura de otro tornillo de sujeción
de los tubos de protección de las barras
de control, el CSN será tan responsable como
la central ante los ojos de los ciudadanos de lo
que pueda suceder”, declaró Carlos Bravo,
portavoz de Greenpeace en temas nucleares.
Por otro lado, el CSN ha ocultado
al público que las partes sueltas desprendidas
del tornillo roto provocaron importantes desperfectos
en el generador de vapor en el que fueron encontradas
las piezas, y no se sabe como se repararán
estos desperfectos antes del arranque de la central
previsto en próximas fechas.
Si el CSN fuera un organismo transparente
y creíble, que basara sus decisiones sobre
normativa, criterios y justificaciones técnicas
sólidas, ya habría hecho público
un informe detallado, explicando dónde y
cómo se encontraron las partes sueltas, como
se recuperaron éstas, los daños en
el generador de vapor y como se repararán
estos, y explicando los motivos técnicos
que le han llevado a tomar la decisión de
permitir arrancar a la central con, supuestamente,
plenas garantías de seguridad. De esta manera
se podrían contrastar sus opiniones y opinar
al respecto. Pero la realidad es exactamente la
contraria y ello se debe a que el principio del
funcionamiento del CSN se basa en evitar cargas
sobre la industria nuclear que pongan en peligro
sus beneficios.
“El CSN, en lugar de dar información
veraz, completa y puntual sobre el incidente, vuelve
a utilizar la técnica del avestruz, escondiendo
la cabeza a la espera de que el público y
los medios de comunicación dejen de prestar
atención al incidente para permitir a la
central que vuelva arrancar cuanto antes y con ello
a generar pingues beneficios económicos a
costa de la seguridad”, añadió Bravo.
Greenpeace considera lamentable
que una y otra vez se repitan las mismas actitudes
y comportamientos por parte de los gestores del
CSN. Para la organización, siguen siendo
los mismos que cuando el accidente de Vandellós-2
de agosto de 2004, sin que el Parlamento y el Gobierno
exijan que se tomen acciones correctivas inmediatas
dentro de la organización del CSN para corregir
su lamentable funcionamiento, tanto en lo que refiere
a su órgano de decisión como a los
máximos responsables de la gestión
técnica del organismo. Greenpeace pide que
por fin acredite la neutralidad que nunca ha tenido,
condición indispensable para que pueda considerarse
un auténtico servicio público.