04 abril
2006 - DF, México Una evaluación
luego de siete años de sembrar transgénicos
en España revela que, de manera inevitable,
estos organismos genéticamente modificados
terminan contaminando a los demás cultivos.
Esto acarrea pérdidas económicas a
los productores orgánicos y genera incertidumbre
entre los consumidores respecto a la calidad de
los alimentos que consumen. Es una lección
para México.
El informe Coexistencia imposible
- Siete años de transgénicos contaminaron
al maíz orgánico y convencional: casos
de estudio en Cataluña y Aragón, publicado
por Greenpeace, demuestra que la siembra de transgénicos
en España el único país europeo
donde se cultivan transgénicos a gran escala
ha reducido la biodiversidad agrícola. De
40 parcelas de maíz orgánico y convencional
(no transgénicas) analizadas, 12.6 por ciento
resultaron contaminadas con variedades transgénicas,
lo cual las devaluó.
"Este reporte es una señal
de alarma para las autoridades ambientales de México
sobre el peligro de pretender que coexistan cultivos
de maíz transgénico con cultivos de
variedades convencionales y criollas. Como centro
de origen y diversidad de este grano, México
debe extremar las medidas de bioseguridad mediante
un régimen de protección especial
que garantice que el maíz no se va a contaminar
con transgénicos", advirtió Gustavo
Ampugnani, coordinador de la campaña de transgénicos
de Greenpeace México.
En México, la coexistencia
de cultivos es una idea contemplada tanto en la
Ley de Bioseguridad como en la política de
la Secretaría de Agricultura para impulsar
el uso de transgénicos en la producción
agrícola. Con el concepto de coexistencia
se busca dividir al país en dos regiones:
una donde sí estaría permitido sembrar
maíz transgénico (Sinaloa, Sonora
y Tamaulipas) y otra -el sur cultural y de alta
diversidad biológica- donde no.
La muestra de que tal división
es ficticia la ofrece el caso de los campos españoles
donde la siembra comercial de transgénicos
ha evidenciado diversos problemas (algunos de los
cuales ya se dan en México), como son:
deficiencias en los sistemas de segregación
y etiquetado hacen imposible rastrear transgénicos
dentro de un país en caso de accidente (así
ocurrió con el descarrilamiento de un tren
con maíz transgénico en Veracruz,
en marzo pasado);
no existen sistemas independientes de detección
e investigación de los casos de contaminación,
cultivos ilegales, irregularidades administrativas
o efectos negativos de los transgénicos.
La inmensa mayoría de las contaminaciones
no se detecta nunca;
el costo que supondría el control riguroso
por parte de las autoridades hace que este tipo
de tecnología sea social, ambiental y económicamente
inviable;
la industria transgénica influye sobre
el poder político y hace prevalecer sus intereses
por encima de los del medio ambiente o la sociedad;
los costos económicos y los daños
sociales deben ser asumidos por los campesinos contaminados.