10 abril
2006 - Tartagal, Salta, Argentina — Muchos criticaron
el accionar de Greenpeace contra del desmonte de
los bosques nativos y las malas prácticas
forestales, aduciendo que así se ponen barreras
al progreso del hombre y se impide el desarrollo
de proyectos económicamente rentables. El
desastre ambiental de Tartagal nos muestra las consecuencias
de la desaparición de la superficie forestal
en la zona.
Los departamentos de Gral. San
Martín y Anta, en la provincia de Salta,
son algunos de los más afectados por la tasa
de desmontes en los últimos años.
Además, padecen los impactos de la explotación
maderera sin control, que abre caminos en sus cerros
en los que múltiples aserraderos ilegales
irrumpen para robar madera y deteriorar sin pausa
la estructura del bosque.
"En esos departamentos el
nivel de desmonte supera cinco veces el promedio
de desmonte mundial, según el último
informe de la Dirección de Bosques de la
Secretaría de Medio Ambiente de la Nación",
señaló Noemí Cruz, coordinadora
en el NOA de la Campaña de Biodiversidad
de Greenpeace Argentina.
La situación se agravó
especialmente en Tartagal, luego de que el avance
del río —que divide a la localidad de Villa
Saavedra y el centro de la ciudad— creciera durante
este año por el aumento de las corrientes
y como consecuencia de la mala sustentación
del terreno.
Sin la vegetación propia
del lugar, la estructura de las laderas se vuelve
cada vez más inestable. Sin retención
suficiente, se acelera el escurrimiento superficial.
Con poca retención y excesivo escurrimiento,
las crecidas no se regulan. Con grandes crecidas,
no hay puente ni camino que resista.
"Hubo desmontes en la parte
media y baja del río Tartagal. Allí
hay 3166 hectáreas depredadas. Es decir que
la superficie de bosque eliminada, directamente
relacionada con el río en la cuenca baja,
es tres veces mayor que la superficie de Tartagal.
Esto hizo que el curso del río, en vez de
seguir encauzado, produjera anegamientos. Al aumentar
las lluvias el río acrecentó su capacidad
de carga y generó una erosión «retrocedente».
Es evidente que la deforestación en la parte
baja del río afectó hacia atrás
a la parte alta, aunque allí no se hubieran
hecho desmontes", explicó Noemí
Cruz.
El ecosistema es dinámico y se repone, pero
ante la explotación descontrolada muchas
veces no tiene capacidad de cicatrización
para mitigar el impacto de copiosas lluvias en tan
escaso tiempo.
En el norte, los desmontes no se detienen. La gente
se encuentra cada vez más empobrecida y sabe
que "el monte vencido" ya no retiene las
aguas. También lo saben los evacuados de
Libertador San Martín y los de Tartagal.
”Los bosques nativos son nuestra
natural esponja y paraguas protector de suelo, son
el más magistral diseño que equilibra
los ecosistemas y garantiza gratuitamente nuestra
supervivencia”, señaló Hernán
Giardini coordinador de la Campaña de Biodiversidad
de Greenpeace Argentina.
Un informe elaborado por la Unidad
de Manejo del Sistema de Evaluación Forestal
de la Dirección de Bosques de la Secretaría
de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación
indica que los desmontes provocan emisiones de carbono
a la atmósfera en un nivel tan alarmante
que superan cinco veces las provenientes de los
procesos industriales. Los desmontes producen casi
la mitad de la principal causa de emisión:
las provenientes del uso de combustibles fósiles.
Todo esto, por supuesto, empeora el cambio climático.
Sin embargo fueron muchos los
que criticaron el accionar de Greenpeace contra
del desmonte de los bosques nativos y las malas
prácticas forestales, aduciendo que así
se ponen barreras al progreso del hombre y se impide
el desarrollo de proyectos económicamente
rentables.
Un claro ejemplo de esto fue en
2004 con el arresto de los Jaguares de Greenpeace,
cuando se hallaban constatando la desaparición
de la superficie forestal justamente donde ahora
se vive el desastre: al sur de la ciudad de Tartagal.
Como vemos, sin los bosques se
incrementan los problemas sociales, ambientales
y por supuesto económicos. El estado va a
pagar por las obras reparadoras, por las frazadas,
los colchones, los alimentos y los medicamentos
para los evacuados, pero los que deterioraron el
bosque y son responsables ¿no deberían
pagar un porcentaje de sus ganancias al resto de
la sociedad por daño ambiental provocado?
Desastres como estos muestran una vez más
que no es racional ni justo que algunas empresas
socialicen los costos y no los beneficios.
Ante estos continuos desastres, Greenpeace considera
que se debe planificar de manera urgente el ordenamiento
territorial de los bosques nativos argentinos. Esto
significaría terminar con los desmontes indiscriminados
y reorientarlos priorizando efectivamente el establecimiento
de los "bosques protectores" que, entre
otras cosas, evitan impactos cuyas consecuencias
económicas y sociales sí son una verdadera
traba al progreso y desarrollo y no las campañas
ambientalistas para salvarlos.