04 mayo
2006 - Buenos Aires, Argentina — Nota de opinión
de Martín Prieto, director de Greenpeace
Cono Sur, publicada hoy en el diario argentino La
Nación.
Como consecuencia del alto grado de exposición
pública que tiene el tema de las plantas
de celulosa -actualmente con las que Uruguay levanta
en Fray Bentos-, la pregunta recurrente es: "¿Y
por casa cómo andamos?". La respuesta
es: andamos mal.
La Argentina tiene hoy una enorme
deuda ambiental. Sin duda que la docena de plantas
de celulosa hoy existentes en la Argentina son,
cada una de ellas, y según sus especificidades,
problemas ambientales que deben ser atendidos.
No existe curso de agua en la
Argentina que no esté bajo un serio proceso
de contaminación producto de vuelcos industriales
y líquidos cloacales sin tratar. El Riachuelo
es el emblema de la inacción en esta materia.
La conservación de este vital recurso es
una de las prioridades nacionales de acuerdo con
las propias palabras del presidente Kirchner; sin
embargo, la política en esta materia no difiere
de la histórica prédica sin acción.
Las recientes y devastadoras inundaciones
en Tartagal (Salta) y en el Chaco muestran con extrema
elocuencia, como lo mostró también
en Santa Fe unos años atrás, lo que
significa la inexistencia del bosque que fue arrasado
por las topadoras. Se conoce que perdemos bosques
nativos como nunca antes, pero se mira para otro
lado.
Estamos encaminándonos
a una inexorable crisis en el suministro energético,
el cual depende enormemente de recursos fósiles
exiguos que no existirán en poco más
de una década. Sin embargo, la pereza en
la acción para poner en marcha de manera
seria y robusta el uso intensivo de las energías
renovables es un error estratégico descomunal.
La demorada actuación del Gobierno sobre
las plantas de celulosa es parte de una errática
política ambiental que no alcanza a anticipar
hasta los más evidentes conflictos.
Por más vehemencia discursiva
que se les imprima luego a las decisiones, si éstas
llegan tarde, carecen de coherencia con el resto
de las acciones de gobierno y no poseen un objetivo
claro, no alcanzan para suplir la ausencia de la
dimensión ambiental en la gestión.
Una ausencia que nos deparará más
y mayores conflictos en el futuro.