España
es uno de los países que peor gestión
hace del agua por su uso sin restricciones en la
agricultura y en el turismo
21 agosto 2006 - Madrid, España
— Greenpeace demanda que se reconozca el agua como
un bien común y que el acceso al agua sea
un derecho humano fundamental en la Semana Mundial
del Agua que se celebra esta semana en Estocolomo
(Suecia). Expertos de más de 140 países
se reunen para hablar de Agua, Medio Ambiente y
reducción de la pobreza en el mundo.
Más de 1.000 millones de personas todavía
no tienen acceso a suministro de agua potable y
cada vez con más frecuencia es fuente de
conflictos entre países.
“La cantidad de agua no es el
principal inconveniente para lograr una mejor distribución
del agua en el mundo” ha señalado Miguel
Angel Soto, responsable de Campañas de Greenpeace.
“El problema es la pésima gestión
y administración de este preciado recurso
debido fundamentalmente a la falta de eficiencia
en su uso y a la elevada tasa de contaminación
de las aguas, lo que provoca un suministro escaso
y de mala calidad a las poblaciones”.
En el caso de España, nuestro
país es uno de los que peor gestionan el
agua, debido sobre todo a su uso sin restricciones
para la agricultura (que consume el 78% de los recursos
hídricos) y la elevada demanda del turismo.
A pesar de que desde las Administraciones se están
haciendo esfuerzos para mejorar el riego agrícola,
donde sólo el 15% de los regadíos
son eficientes, no se observan criterios de racionalidad
en el gasto del agua para el turismo, además
de los nuevos desarrollos urbanísticos y
los campos de golf planeados que amenazan con convertir
a la costa española en un desierto de cemento.
A la mala gestión del agua
hay que sumar una de las mayores amenazas medioambientales
a escala mundial, la desertificación, que
acecha las zonas áridas de los cinco continentes
y donde España vuelve a encabezar el ranking
entre los países de la UE. La desertificación
está íntimamente ligada a la pérdida
de biodiversidad y al cambio climático.
Las consecuencias ambientales,
sociales y económicas de la falta de previsión
en la gestión del agua serán dramáticas
si no se toman medidas urgentes. Los periodos de
escasez y sequía se convertirán en
crónicos en buena parte de la Península
Ibérica. El acceso y control de los recursos
hídricos es motivo de tensión entre
países fronterizos en zonas de Oriente Próximo
y en nuestro país se ha acuñado el
término “guerra del agua” para referirse
a la demanda de agua en algunas zonas del Levante
y la necesidad de priorizar entre sus posibles usos.
Ante la situación
en nuestro país Greenpeace propone:
- Gestión racional y de
fomento del ahorro. Es necesario un cambio en la
política hidráulica tradicional centrada
en la ejecución de grandes obras, que ha
demostrado su ineficacia, hacia una gestión
más hidrológica y ambientalista.
- Primar la agricultura ecológica
y el uso de variedades locales adaptadas al clima
en detrimento de los monocultivos intensivos y de
las variedades OGM, altamente demandantes en agua,
productos químicos y petróleo.
- Freno a la edificación
desaforada, sobre todo salvaguardando las costas
que está siendo gran demandante de recursos
hídricos en las zonas donde, además,
estos son más escasos.
- Priorizar la lucha contra la
contaminación que sufren nuestras aguas continentales
(superficiales, subterráneas y costeras).
No es razonable seguir discutiendo sobre la necesidad
de construir trasvases, canales y embalses, cuando
la falta de caudales y la calidad del agua harán
totalmente inviables estas infraestructuras.
- Recuperación de cauces,
reforestación de cuencas hidrográficas
para evitar los procesos erosivos y favorecer la
infiltración y la recarga de los acuíferos.
“El debate sobre el uso del agua
en España necesita de una mayor responsabilidad
por parte de los partidos políticos, que
deben asumir que el desarrollo económico
sostenible sólo puede ser posible si promovemos
una nueva cultura del agua” ha señalado Soto.
“No se puede seguir con la actitud irresponsable
de demandar más agua o seguir promoviendo
desarrollos urbanísticos faraónicos
y cientos de campos de golf sin tener en cuenta
el derroche, la mala gestión y la prioridad
en los usos, todo ello enmarcado en el nuevo escenario
del cambio climático".