20/09/2006
- Varios países en la región buscan
emular a Brasil en el uso del etanol y el biodiesel.
Pero ecologistas advierten sobre la grave deforestación
asociada a estas fuentes más limpias.
RÍO DE JANEIRO, 18 sep
(Tierramérica).- Los biocombustibles crecen
en América Latina y alimentan sueños
de abundancia de países como Argentina y
Colombia. Pero la experiencia de Brasil, el pionero,
plantea interrogantes sobre el potencial impacto
ambiental de esta fuente energética.
De la mano del etanol y el biodiesel,
el presidente brasileño Luiz Inácio
Lula da Silva se propone convertir en una potencia
energética a su país, cuyo vuelo económico
fue atajado en los años 70 por la dependencia
del petróleo importado y sus bruscas alzas
de precios.
Sin embargo ecologistas advierten
que aunque los biocombustibles reducen los gases
del efecto invernadero (causantes del cambio climático),
también pueden desatar una fuerte expansión
de monocultivos, que deforestan y destruyen la biodiversidad.
Solitario durante tres décadas
en el uso masivo del etanol, o alcohol etílico,
para sustituir parte de la gasolina, Brasil desarrolló
tecnologías y una economía cañera
que le aseguran una competitividad absoluta en la
exportación del insumo, aún limitada
por barreras proteccionistas y un mercado internacional
titubeante. Y pretende disputar el mercado de biodiesel,
donde no tiene la misma calidad de pionero.
Otros países de la región
quieren emular la estrategia brasileña. Colombia
y Argentina se destacan por fortalecer legislaciones
para el fomento de los biocombustibles.
Una ley aprobada en 2001 estipula
que la gasolina colombiana deberá tener 10
por ciento de etanol en 2009 y deberá alcanzar
gradualmente 25 por ciento en 15 a 20 años.
Una legislación similar se prepara para el
biodiesel, con base en la palma africana, de la
que ya se producen 600 mil toneladas anuales de
aceite con fines alimentarios.
“Colombia puede ser el tercero
en producción de biocombustibles, superada
sólo por Estados Unidos y Brasil, si le resulta
favorable la producción de aceite de palma
para el biodiesel”, dijo a Tierramérica David
Cala, director de la Corporación para el
Desarrollo Industrial de la Biotecnología
(Corpodib), que reúne a universidades, empresas
y centros tecnológicos.
Las exportaciones podrían
llegar a 10 millones de litros diarios de alcohol
de caña y remolacha y tres millones de toneladas
anuales de biodiesel, entre dos y tres veces el
consumo interno, dentro de 15 o 20 años,
estimó Cala.
En Argentina, la Ley de Biocombustibles,
aprobada en abril, impone cinco por ciento de biodiesel
y de etanol en los derivados petroleros a partir
de enero de 2010.
"Ese mínimo obligatorio,
que puede ser más", exige 600 mil toneladas
anuales de biodiesel y 160 mil de etanol para el
mercado interno, que absorberían sólo
ocho y tres por ciento de la actual producción
nacional de soja y maíz, respectivamente,
señaló a Tierramérica Miguel
Almada, economista del Programa Nacional de Biocombustibles.
Pero además "se está
desarrollando una industria de exportación
de etanol y biodiesel de alrededor de dos millones
de toneladas por año", acotó.
Estos pronósticos económicos
optimistas deben sin embargo tomar en cuenta la
variable ambiental. Y la experiencia brasileña
puede aportar algunas lecciones.
“Preocupa que un nuevo ciclo económico
basado en biocombustibles desate la expansión
de monocultivos y su consecuente deforestación”,
dijo a Tierramérica Délcio Rodrigues,
experto en energía de Vitae Civilis, organización
no gubernamental brasileña muy activa en
el control del cambio climático.
La economía cañera
no es un buen ejemplo ambiental. En el sudoriental
estado de Sao Paulo, que produce 70 por ciento del
alcohol brasileño, las empresas en general
no respetan el Código Forestal, que exige
preservar la naturaleza en 20 por ciento de las
propiedades rurales. Además la industria
incendia los cañaverales para facilitar la
cosecha, lo que provoca una grave contaminación
del aire local, observó Rodrigues.
Y la soja, la principal materia
prima del biodiesel por su gran producción
actual, “ya se convirtió en uno de los principales
factores de la deforestación amazónica
y del Cerrado, bioma de sabanas y bosques bajos
que ocupa la extensa área central de Brasil",
según el experto.
El biodiesel empezó a adicionarse
al diesel petrolero en Brasil en una proporción
de dos por ciento, y se elevará a cinco por
ciento en 2013. Y el país también
optó por el H-BIO, un proceso de hidroconversión
desarrollado por la estatal Petrobras, que añade
hasta 18 por ciento de cualquier aceite vegetal
o animal en la propia refinación del petróleo
para producir el diesel.
Petrobras ya adaptó tres
de sus refinerías y pretende empezar su producción
en diciembre, buscando ahorrar la importación
de 256 millones de litros de diesel el próximo
año y mil millones a partir de 2010. El aceite
de soja será el principal insumo. El H-BIO
no afectará al biodiesel porque son complementarios,
aseguran las autoridades energéticas.
Se prevé un consumo de
840 millones de litros de biodiesel en 2007, con
la mezcla de dos por ciento. El programa fue diseñado
para favorecer la agricultura familiar en la producción
de ricino, palma y otras fuentes de aceite vegetal,
con exenciones de impuestos especialmente en las
regiones más pobres de Brasil, la nordeste
y la norte.
Sin embargo el plan involucra
a los pequeños agricultores sólo como
simples proveedores de oleaginosas, sin incluirlos
en el proceso agroindustrial, en cooperativas que
produzcan por lo menos el aceite, criticó
Rodrigues. Petrobras debe asumir su “responsabilidad
social", mientras la presión de importadores
europeos en favor de patrones ambientales podría
evitar mayores daños, señaló.
Por lo pronto, estudios hechos
por los ministerios de Agricultura y Ambiente identificaron,
en los estados brasileños que ya cuentan
con infraestructura para producción de alcohol,
15 millones de hectáreas de zonas degradadas
propicias para la expansión agrícola,
informó a Tierramérica Vania Araújo,
del Ministerio de Medio Ambiente.
Así, se podrán triplicar
las seis millones de hectáreas hoy ocupadas
por la caña de azúcar, teóricamente
sin invadir áreas conservadas, pero eso exige
articular un buen sistema de control con los gobiernos
estatales, ya que la autoridad ambiental es descentralizada,
advirtió la funcionaria.
* Con aportes de Marcela Valente (Argentina) y Yadira
Ferrer (Colombia).
Por Mario Osava *