Soacha, 20 de noviembre de 2006
(MAVDT) - La cita era el lunes a las 7 y 30 de la
mañana. Los días anteriores habían
comenzado con lluvia y frío, pero hoy todo
parecía diferente. El sol salió más
temprano y poco a poco fue calentando la mañana.
Blanca Corrales decidió madrugar y fue una
de las primeras en llegar al lugar, una colina al
suroccidente de Bogotá que se vistió
de fiesta: La Ciudadela Sucre, en Soacha. Arriba,
al pie del tanque del agua, ya estaba la tarima
y un pendón azul con una rana dibujada que
vestía una casa de pared verde… verde esperanza.
En el tablado de madera aparecía
una mesa con un mantel blanco y un atril al lado
derecho que tenía como telón de fondo
la bandera de Colombia. El ambiente era particular,
parecía una fiesta patria y de hecho lo era
para los habitantes de la localidad.
“Es que hoy es un día histórico.
Es la única vez que ha venido una persona
importante a hacer obras y a mandar que hagan lo
que tienen que hacer. Hoy es un día memorable”,
dijo Blanca en medio de la emoción.
Su rostro reflejaba cansancio
pero al mismo tiempo curiosidad. Su mirada profunda
se dirigía al frente como observando al infinito
mientras frotaba sus manos. Su incredulidad se desvaneció
poco a poco cuando vio aparecer en medio del tumulto
de gente al ministro de Ambiente y Vivienda, Juan
Lozano Ramírez, quien caminaba por las calles
destapadas por las que a diario miles de personas
deben cargar en carretilla o a hombros los galones
de agua.
Llegó el ‘dotor’ Lozano,
decían algunos, mientras otros corrían
para escuchar que por fin comenzaban las obras de
un acueducto que han reclamado por más de
20 años.
Luego del protocolo y unas palabras
que no duraron más de 30 minutos, Blanca
se abrió paso en medio de las cámaras,
los micrófonos y las grabadoras para llegar
hasta donde estaba el Ministro.
“Gracias señor Ministro,
a usted y a la Santísima Virgen. Dios le
pague porque, ¿quién más? Nosotros
somos muy pobres, muchas gracias por hacer realidad
este sueño”, dijo Blanca mientras reflejaba
la emoción de un ‘hecho histórico’.
Visiblemente conmovida, esta mujer
de 39 años que sabe muy bien lo que significa
cargar galones de agua, agradeció al ministro
Juan Lozano Ramírez, haberle puesto punto
final a esta lucha cotidiana por tener agua potable
en su hogar.
En medio de una conversación
corta pero sustanciosa Lozano también reconoció
las falencias del Estado durante años.
“Quiero decirles que tanto sufrimiento
obliga a las instituciones a cumplirles bien y honradamente.
Por eso el énfasis, la presión y el
afán con el que hemos trabajado en estos
meses para poderle resolver el problema. Ustedes
tienen razón y tienen razón en que
la participación de la ciudadanía
es fundamental. Necesitamos a la comunidad participando,
acompañando la obra, trabajando en el proceso.
Creemos que la mejor vigilancia y participación
de todas es la de la comunidad”, le dijo el Ministro
durante el diálogo.
Luego de 15 minutos y haber conseguido
su objetivo: estar con quien según ella logró
lo que muchos no pudieron, Blanca siguió
su proclama de felicidad en medio del recuerdo de
los duros años.
“¿Cuántos días
tiene un año?”, preguntó. “Yo llevo
8 años haciendo lo mismo (cargando agua en
galones), saquen la cuenta. Hemos sufrido demasiado
por el agua. Nos ha tocado pelear por el agua, hacer
colas, pagar $500 ó $1000 por un galón
de agua, eso es injusto porque no todos tenemos
la plata”
Su emoción le permitió
hacer cuentas (2.920 días sin agua desde
que llegó a Soacha) y recordar su historia
de sufrimiento que hoy comenzó a cambiar.
Blanca es madre de familia y con su esposo tienen
a su cargo 10 personas: su anciano padre postrado
en una cama, su mamá, dos hijos, dos sobrinos,
su hermana y tres primos.
Todos saben lo que es vivir sin
agua y todos de alguna manera han recorrido las
calles empinadas de su barrio llevando galones de
agua.
“Conseguía máximo
3 galones de agua al día, no más.
Con un galón apenas me alcanzaba para lavar
la loza”, recordaba mientras su sonrisa inevitable
reflejaba la alegría de la obra que dio inicio
al acueducto de la Ciudadela Sucre.
“¿Y lo otro? ¿Los
baños, la ropa? No, nadie entiende qué
es esto hasta que lo vive. Un sufrimiento diario
y los que pagan son los niños y los ancianos,
ellos son los que más sufren. Por eso hoy
es muy importante para nosotros”, lo dijo con una
gran sonrisa en su rostro.
Y no era para menos. Esta comunidad
de 22.500 personas ha vivido décadas de promesas
falsas sobre la construcción del acueducto.
Por eso, para esta mujer robusta,
de cabello largo y negro, manos curtidas, ojos oscuros
y rostro marcado por el sufrimiento pero con una
expresión de esperanza y felicidad, la obra
que hoy se comenzó y que consiste en la construcción
de una línea de conducción de agua
potable de 3.230 metros de longitud desde Bogotá
hasta el tanque alto de la Ciudadela Sucre, es un
sueño hecho realidad.