12
julio 2007 - Buenos Aires, Argentina — Tres
de los principales diarios del país
reflejaron recientemente en sus notas y editoriales
la dramática situación que viven
nuestros bosques nativos y la necesidad de
la urgente sanción de la Ley de Bosques,
demorada en el Senado.
Los últimos datos
de Secretaría de Ambiente y Desarrollo
Sustentable de la Nación revelan que
nuestro país se encuentra en una verdadera
Emergencia Forestal: entre 1998 y 2002 desaparecieron
781.930 hectáreas, pero en los últimos
cuatro años, el proceso se acentuó
y los desmontes arrasaron con 1.108.669 hectáreas,
lo que equivale a 280.000 hectáreas
por año, o 821 hectáreas de
bosques por día, es decir, 34 hectáreas
por hora.
La mayor parte de la deforestación
se produce en el norte de nuestro país
por el descontrolado avance de la agricultura
y la ganadería. Y esto sucede muchas
veces con el permiso de las provincias, que
autorizan desmontes sin Estudios de Impacto
Ambiental rigurosos y sin una mirada regional
que compatibilice la producción con
la conservación.
Es por eso que Greenpeace
y varias organizaciones de todo el país
vienen hace tiempo reclamando que se sancione
la Ley de Bosques.
La norma establece la moratoria
a los desmontes hasta tanto las provincias
realicen un ordenamiento territorial de los
bosques nativos para planificar de manera
participativa el uso sustentable de los mismos,
y prohíbe explícitamente el
otorgamiento de permisos de desmonte en zonas
tradicionalmente habitadas.
En ese sentido, los diarios
Página 12, Clarín y La Nación
publicaron recientemente notas y editoriales
donde señalaron la Emergencia Forestal
que vive nuestro país y la necesidad
de que el Senado de la Nación apruebe
lo antes posible la Ley de Presupuestos Mínimos
de Protección Ambiental de los Bosques
Nativos.
Página 12 - 10/06/2007
El cambio climático
y la deforestación
En clave sojera
Las eventuales consecuencias
del cambio climático no son ajenas
al modelo agrícola extendido en todo
el territorio.
Por Sebastián Premici
¿Qué costo
tiene la pérdida de los bosques nativos?
¿Cómo se mide la pérdida
de la biodiversidad? ¿Cuáles
son las consecuencias del mal uso del suelo?
Según datos de la Convención
contra la Desertificación de las Naciones
Unidas, que en marzo de este año realizó
su quinta reunión anual en Buenos Aires,
el 70 por ciento de los 5200 millones de hectáreas
de tierras áridas utilizadas en todo
el mundo para la agricultura ya están
degradadas, con una pérdida estimada
en 42.000 millones de dólares por año.
“La problemática
del cambio climático impacta directamente
en la degradación de las tierras, generando
sequías, falta de productividad, aumento
de la salinidad, erosión hídrica
y eólica”, asegura a Cash Octavio Pérez
Pardo, director de Conservación del
Suelo y Lucha contra la Desertificación
de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo
Sustentable de la Nación. Las eventuales
consecuencias del cambio climático
no son ajenas al modelo agrícola extendido
en todo el territorio nacional y a la forma
en que se utiliza el suelo. “El 50 por ciento
de los suelos cultivados sufrirá procesos
de salinización y desertificación
y habrá una menor productividad en
cultivos y carnes, amenazando la seguridad
alimentaria en varias regiones. Los fenómenos
ambientales y las catástrofes (inundaciones,
tornados, sequías) serán casos
más recurrentes y de aparición
permanente en un país que prácticamente
no las tenía”, afirma Walter Pengue,
investigador del Grupo de Ecología
del Paisaje y Medio Ambiente de la UBA. Esta
situación se explica –según
Pengue– por un proceso de “pampeanización”,
es decir, la importación de un modelo
tecnológico sobre un territorio que
no es pampa, como ocurre en la zona chaqueña.
A partir de ese proceso,
la frontera de la agricultura industrial está
llegando a zonas de bosques nativos. Según
datos de la Dirección de Bosques de
la Secretaría de Ambiente, en el período
1998-2002 se desforestaron aproximadamente
920.000 hectáreas. El responsable de
esa dependencia pública, Jorge Menéndez,
indicó a este suplemento que en el
período 2002- 2006 las provincias de
Salta y Santiago del Estero duplicaron sus
áreas deforestadas. “Actualmente se
desmontan por año 230.000 hectáreas
de bosques nativos, es decir, el primer dique
natural contra las inundaciones”, explica
Menéndez. “Cuando llueve, los montes
frenan las lluvias y sólo llega una
parte a la tierra. Si se saca el monte, no
hay ningún freno. En Santa Fe decían
que el problema de las inundaciones tenía
que ver con que el paredón de contención
era bajo. Pero se van a cansar de levantar
el paredón. Todos los desmontes que
se están produciendo en la cuenca del
Chaco y Santiago del Estero tienen consecuencias
sobre Santa Fe”, destaca Pérez Pardo.
La práctica habitual
de la deforestación implica primero
el desmonte y luego la quema de los residuos
dejados por las topadoras. “La quema produce
la liberación de dióxido de
carbono, y como ya no hay bosques desaparece
la posibilidad natural de absorberlo y purificar
el ambiente con oxígeno”, explica Pengue.
Argentina aprobó la Convención
de Cambio Climático de las Naciones
Unidas (1994), por lo que se comprometió
a “promover y apoyar con su cooperación
la conservación y el reforzamiento
de los sumideros y depósitos de todos
los gases de efecto invernadero. Es decir,
los bosques”. Actualmente, el Senado tiene
en seis comisiones diferentes un proyecto
de Ley de Presupuestos Mínimos para
la defensa de bosques nativos, que ya cuenta
con media sanción de Diputados.
“El eje del proyecto es
el ordenamiento del territorio, es decir,
que cada provincia determine cuáles
son los bosques que pueden tocarse y cuáles
no. El primer argumento de las provincias
del norte para oponerse a este proyecto es
que la normativa invade jurisdicciones locales.
Nosotros consideramos que los bosques no reconocen
límites geopolíticos y que el
Estado Nacional debe reglar el desmonte”,
indica a Cash Natalia Machain, coordinadora
de Política Ambiental y Conservación
de la Fundación Ambiente y Recursos
Naturales. Para Menéndez, todos los
bosques que se desforestan se destinan al
cultivo de soja por especulación inmobiliaria.
“El valor de una hectárea desforestada
en alguna provincia del norte vale cerca de
1400 dólares. Mientras que en el noroeste
de Córdoba, sur de Santa Fe, o en la
ciudad de Rojas y Pergamino esa misma hectárea
cotiza a 13.000 dólares. La realidad
es que no se hacen los estudios correspondientes
y se dan permisos de tala y cultivo de manera
imprudente”, asegura.
Deforestación, incremento
en las precipitaciones, concentración
de cultivos forman parte, entre otras variables,
del mismo problema: la relación entre
un modelo económico sustentable y el
cuidado del ambiente y los recursos naturales.
Detrás de la frontera agrícola
existen poblaciones que viven de lo que produce
el bosque, como harina de algarrobo, goma
o miel orgánica. La Dirección
de Bosques calcula que de cada 70.000 hectáreas
arrasadas, se echan de su lugar autóctono
a 400 personas.
Modelo: destrucción
• La frontera de la agricultura
industrial está llegando a zonas de
bosques nativos.
• En el período 1998-2002 se desforestaron
aproximadamente 920.000 hectáreas.
• Actualmente se desmontan por año
230.000 hectáreas de bosques nativos.
Se destruye el primer dique natural contra
las inundaciones.
• Todos los bosques que se desforestan se
destinan al cultivo de soja por especulación
inmobiliaria.
• De cada 70.000 hectáreas arrasadas,
se echan de su lugar autóctono a 400
personas.
Clarín - 02/07/2007
EDITORIAL
Los riesgos de la deforestación
La preservación del
medio ambiente requiere la adopción
de estrategias para evitar desastres y preservar
los recursos disponibles, como es evidente
en el caso de los bosques nativos.
Según datos de la
Secretaría de Ambiente y Desarrollo
Sustentable de la Nación, entre 1998
y 2002 se perdieron casi ochocientas mil hectáreas
de bosques. En los cuatro años siguientes
el problema se agravó: se deforestaron
un millón cien mil hectáreas.
Esto significa que en ocho años el
país perdió el diez por ciento
de su superficie forestada, y que se destruyen
casi mil hectáreas de bosque por día.
Además, el crecimiento del ritmo anual
de la tala en la Argentina es seis veces más
alto que el promedio mundial.
Este arrasamiento de los
bosques naturales causa una serie de efectos
negativos, que deterioran el clima, las corrientes
de los ríos, la calidad de las tierras
y la diversidad de especies vegetales y animales.
Este trastorno ecológico afecta a los
pobladores de la zona de un modo directo,
e indirectamente lesiona a toda la comunidad
y compromete irresponsablemente a las futuras
generaciones.
A lo largo del siglo veinte,
la indiferencia ante los bosques nativos dejó
que se consumara una deforestación
intensa e irracional. En la actualidad, persiste
en el país tanto el afán destructivo
como la desidia estatal.
De un modo progresivo, velando
por el futuro de nuestro entorno, es necesario
que se protejan los bosques nativos y que
se implemente una estrategia forestal sustentable.
La Nación - 11/07/2007
EDITORIAL
La destrucción forestal
Las noticias que periódicamente
informan acerca de la destrucción de
los bosques en nuestro país provocan
una creciente alarma. Un reciente informe
de la Secretaría de Medio Ambiente
confirma una vez más la gravedad de
un proceso de devastación forestal
que, en los últimos cuatro años,
ha arrasado con 1.108.669 hectáreas
en seis provincias del norte y el centro de
nuestro territorio -Córdoba, Chaco,
Formosa, Salta, Santa Fe y Santiago del Estero-,
aunque algunas de ellas hubiesen declarado
en 2005 la moratoria de los desmontes. Esta
continua pérdida de una riqueza natural
que necesita ser defendida exige la imperiosa
sanción de una ley nacional de protección
forestal, cuyo proyecto se halla desde hace
tiempo estancado en el Congreso.
Las cifras dadas a conocer
hace poco tiempo permiten apreciar el ritmo
del asolamiento de los bosques, emprendido
con el propósito de ampliar las fronteras
para una explotación agrícola
y ganadera que promete más en el corto
plazo, pero mucho menos después. Redondeando
los datos actuales, se calcula que en un año
se han destruido 280.000 hectáreas
de bosques, 1000 por día y 32 por hora.
Las tasas de los desmontes efectuados superan
en un 50 por ciento las anteriores estimaciones
y están por encima de los promedios
mundiales. Para cerrar este cuadro, que pone
de manifiesto el grado del perjuicio irracional
y descontrolado que se le viene produciendo
al país, cabe citar que mientras en
1914 la superficie boscosa de nuestro territorio
alcanzaba a 105 millones de hectáreas,
en 2006, de acuerdo con el Primer Inventario
de Bosques Nativos, se calculó que
aquella superficie se había reducido
a 34 millones.
Es notorio que quienes arrasan
con los árboles para sembrar especialmente
soja en estos tiempos no consideran los valiosos
servicios que los bosques dispensan a la vida
natural y humana. Entre esos beneficios silenciosos
- conocidos, pero olvidados por otros intereses-
figuran los de la protección contra
crecidas e inundaciones o contra los embates
del viento, su contribución insustituible
a la depuración de la atmósfera,
su efecto regulador sobre el clima, el sustento
que brinda a la biodiversidad de las especies,
su presencia en la belleza de los paisajes.
En un momento en el cual
se lucha contra el calentamiento global, no
es menor resaltar que la generación
de carbono en la actualidad es mayor como
consecuencia de la deforestación que
por los gases que genera la industria del
transporte.
Pese a tanta experiencia
acumulada en el mundo y en el país
acerca del valor de los recursos forestales,
el daño persiste incesante y así
van caducando los bosques, grandes aliados
en la lucha contra la contaminación
ambiental. En verdad, es un contrasentido
cultural que la prédica constante de
raíz ecológica, que clama por
el impostergable cuidado de los recursos naturales,
choque con una realidad tan opuesta como la
destrucción forestal que persiste contra
toda razón. Una vez más, hay
que reclamar la sanción de una normativa
clara que proteja los bosques nativos. Los
poderes legislativos nacional y provinciales
pueden y deben hacerlo sin más demoras.
Greenpeace Argentina