Madrid-Valladolid, 9 de
agosto de 2007.- WWF/Adena, los grupos ecologistas
de Castilla y León (Fundación
Global Nature, Ecologistas en Acción,
Asociación para la Conservación
del Lobo ibérico, Plataforma para la
Defensa de la Cordillera Cantábrica,
ACENVA y Cantueso)
y SEO/BirdLife han elaborado una serie de
propuestas para combatir la plaga de topillos.
Las asociaciones destacan, una vez más,
la necesidad de evitar cualquier medida que
pueda suponer un riesgo para el medio ambiente
o para la salud humana, tal y como ha ocurrido
con el uso de veneno.
Las asociaciones conservacionistas
han presentado a las Consejerías de
Agricultura y Medio Ambiente, así como
a las asociaciones profesionales agrarias
un decálogo de propuestas para afrontar
el problema de la plaga de topillos. También
han solicitado a la Consejería de Agricultura
que elabore un plan estratégico, que
incorpore un programa de estudio y seguimiento
de este tipo de fenómenos y que permita
afrontar futuras plagas con mayores garantías,
sin tener que recurrir a medidas drásticas
que no sólo han demostrado su total
ineficacia sino que, incluso, resultan contraproducentes.
La propuesta incluye medidas
tanto a corto (levantamiento de los rastrojos
o control mecánico de las cunetas)
como a medio plazo (instalación de
cajas nido para predadores, programa de seguimiento
de las poblaciones de estos roedores y un
programa de investigación de las dinámicas
de sus poblaciones).
Este último elemento
es clave para los conservacionistas ya que,
desgraciadamente, en la actualidad todavía
no se tiene un conocimiento exhaustivo sobre
este tipo de fenómenos. Sí se
sabe que están relacionados con los
períodos invernales favorables, los
cambios en la estructura del paisaje con elementos
que facilitan su dispersión (como parcelas
de regadíos) y una drástica
desaparición de especies predadoras
(bien por persecución directa, bien
por uso indiscriminado de venenos). Se trata
en todo caso de fenómenos muy complejos,
ligados básicamente al cambio en la
configuración del entorno debido a
la acción humana y que no tienen fácil
solución a corto plazo.
Por ello es importante,
tal y como ha demostrado la experiencia en
otros países, evitar la adopción
de medidas extremas como la quema de rastrojos
o el uso de veneno. Este tipo de medidas resultan
contraproducentes debido a su elevado impacto
sobre la biodiversidad y particularmente sobre
las especies predadoras de los propios roedores.
El uso masivo de veneno constituye, además,
una medida ilegal, que incluso representa
un peligro para la salud pública, tal
y como demostró el informe realizado
por la Universidad de Murcia.
Por ese motivo las asociaciones
conservacionistas se han opuesto rotundamente
a su uso, rechazando a la vez las acusaciones
por los riesgos económicos y sanitarios
que se les atribuyen . El uso del veneno además
de ser una amenaza para la conservación
no soluciona estos problemas, que resultan
de los ciclos naturales de las especies de
roedores. Los ciclos poblacionales explosivos
se han sucedido repetidamente en el pasado
como consecuencia de las transformaciones
artificiales de los ecosistemas.
En este sentido hay que
subrayar que, de acuerdo a la opinión
de todos los expertos, la mejor manera de
que esta explosión remita es por su
propio y natural agotamiento. Lógicamente
eso no implica que mientras tanto no se pongan
en marcha medidas para paliar sus efectos,
pero éstas nunca deben suponer un deterioro
de las condiciones ambientales. Por otra parte
los daños producidos por los roedores
deben ser compensados de modo adecuado.
Artículo: Cristina Rabadán