28 enero 2008 - Internacional
— La industria mundial de la acuacultura debe
abandonar sus prácticas destructivas
y avanzar hacia la sustentabilidad, sólo
así será posible frenar los
daños ambientales que provoca al depredar
multitud de especies marinas para alimentar
a otras de tipo comercial
y así evitar la destrucción
de manglares, un ecosistema fundamental.
Greenpeace acaba de dar a conocer el informe
titulado “La industria de la acuacultura y
de engorda: un reto de sustentabilidad”, realizado
por los laboratorios de investigación
de Greenpeace en la Universidad de Exeter,
Reino Unido. En este documento se detalla
la manera en la que la industria de la acuacultura
debería evolucionar hacia la sustentabilidad.
Greenpeace pide a la industria acuícola
que retire de las tiendas todos los productos
procedentes de la acuacultura no sustentable.
A pesar de la merma de las
reservas pesqueras, la demanda de camarón,
salmón, atún, tilapia y otros
peces producidos en la industria de la acuacultura
no cesa en ningún mercado del mundo:
en tan sólo cinco años el porcentaje
de pescados y mariscos procedentes de la acuacultura
ha aumentado del 33 al 43 por ciento.
El informe de Greenpeace
muestra los severos impactos ambientales y
sociales de esta industria: sobrepesca, contaminación
química, invasión de especies
foráneas (esto quiere decir que la
fuga de especies en un medio del que no son
originarias provoca casi siempre consecuencias
negativas para las especies autóctonas.
Un ejemplo es la fuga de salmones del Océano
Atlántico al Océano Pacífico,
donde estos han desplazado a poblaciones que
ya estaban ahí, como la trucha arcoiris
migratoria de Norteamérica, al competir
con ellas por la comida y el hábitat),
destrucción costera, etc.
En México la acuacultura no sustentable
es una de las causas de la destrucción
del manglar en el noroeste de la república,
a la cual se ha sumado la construcción
de desarrollos turísticos.
Greenpeace pide a los productores
acuícolas que pongan en marcha las
siguientes medidas para hacer sustentable
esta industria: dar a los peces cultivados
alimento de origen vegetal que proceda de
agricultura sustentable, que las larvas de
las especies cultivadas provengan del cautiverio
y no hayan sido pescadas en estado salvaje,
garantizar la seguridad de las instalaciones
para que no se produzcan fugas de peces cultivados,
y apoyar con esta industria el desarrollo
social y económico de las comunidades
locales.
Michelle Allsopp, Paul Johnston y David Santillo.
Laboratorio de Investigación de Greenpeace
+ Más
Greenpeace denuncia los
graves impactos de la industria de la acuicultura
y demanda prácticas sostenibles
La creciente demanda de
productos acúicolas provoca contaminación
química, invasión de especies
foráneas, abusos de derechos humanos
y sobreexplotación pesquera
28 enero 2008 - España — Greenpeace
ha presentado hoy el informe “La industria
acuícola y de engorde: un reto de sostenibilidad”
en el que resalta la necesidad de que la acuicultura
abandone sus actuales prácticas destructivas
y avance hacia la sostenibilidad.
Este informe, realizado
por los Laboratorios de Investigación
de Greenpeace en la Universidad de Exeter,
Reino Unido, muestra la manera en la que la
industria puede y debe evolucionar hacia la
sostenibilidad; y ofrece a los grandes puntos
de venta varias referencias para asegurar
que los productos acuícolas que venden
sean sostenibles. Greenpeace pide a estos
puntos de venta que retiren de sus estanterías
todos los productos procedentes de la acuicultura
insostenible.
Dado el continuo declive
de los stocks pesqueros, la demanda de langostino,
salmón, atún, tilapia y otros
peces de acuicultura no cesa de crecer a nivel
mundial. En tan sólo cinco años
el porcentaje de pescado y marisco procedentes
de la acuicultura ha aumentado del 33% al
43% actual.
El informe de Greenpeace
muestra los severos impactos ambientales y
sociales de esta industria. Los más
importantes son:
• sobrepesca: el uso de peces para la elaboración
de harina y aceite de pescado para alimentar
a muchas de las especies que se crían
y engordan en las granjas de acuicultura no
disminuye la presión sobre las pesquerías,
sino que en muchos casos la empeora. La cantidad
de peces necesaria para que un salmón
engorde un kilo es de entre 4 y 5 kg. En el
caso del atún rojo, esta cantidad se
eleva hasta los 20 kg por cada kilo de pez
producido.
• contaminación química: a las
jaulas y a los estanques de producción
se añaden una gran cantidad de productos
químicos y de fármacos para
controlar los virus, las bacterias, los hongos
u otros patógenos, poniendo en riesgo
la biodiversidad cercana. El uso de antibióticos
supone también un riesgo potencial
para la salud pública, al favorecer
el desarrollo de resistencias. En el caso
del salmón, las últimas investigaciones
apuntan a que la infección por piojos
marinos en las granjas provocará una
disminución del 99% de las poblaciones
locales de salmón rosado en las próximas
cuatro generaciones.
• invasión de especies foráneas:
la fuga de especies en un medio del que no
son originarias provoca casi siempre consecuencias
negativas para las especies autóctonas.
Un ejemplo lo encontramos en la fuga de salmones
del Atlántico en el océano Pacífico,
donde ha desplazado a poblaciones autóctonas
como la trucha arcoiris migratoria de Norteamérica,
al competir con ellas por la comida y el hábitat.
• abusos de derechos humanos: la ubicación
de las granjas impide el acceso a las áreas
costeras que, en muchos casos, son un territorio
de uso común de las comunidades locales.
En el caso de la cría de langostino
tropical en países como Filipinas,
Vietnam, Tailandia, Bangladesh, Ecuador, Honduras
o Brasil, se ha producido el desplazamiento
de comunidades costeras a gran escala, muchas
veces sin compensación económica
y sin recibir a cambio un lugar alternativo
donde poder vivir. En países como Bangladesh,
más de 150 asesinatos están
directamente relacionados con la acuicultura.
• destrucción costera: la ubicación
de estas granjas en espacios costeros de alto
valor ambiental provoca un deterioro irreversible
de su riqueza natural, como en el caso de
la destrucción de bosques costeros
de manglar en todo el mundo. En España
encontramos ejemplos como el Plan de Acuicultura
de Galicia, que plantea invadir espacios de
la Red Natura 2000 europea.
“Es vital que tanto consumidores
como distribuidores de estos productos conozcan
los impactos reales de la acuicultura y elijan
lo que comen y venden sin necesidad de agotar
ni destruir los recursos del Planeta”, declaró
Paloma Colmenarejo, responsable de la campaña
de Océanos de Greenpeace.
Dada la gravedad de estos
impactos, Greenpeace recomienda a los puntos
de venta que sólo se abastezcan de
productos acuícolas que puedan garantizar
que no provienen de la destrucción.
La organización ecologista
pide además a los productores que pongan
en marcha las siguientes medidas para hacer
sostenible la acuicultura:
• utilizar piensos de origen vegetal que procedan
de agricultura sostenible;
• minimizar el uso de harinas y aceites de
pescado para que la producción de un
kilo de pescado no necesite más de
una kilo de estos productos;
• que las larvas de las especies cultivadas
provengan de cautividad y no hayan sido pescadas
en estado salvaje;
• garantizar la seguridad de las instalaciones
para que no se produzcan fugas;
• apoyar el desarrollo social y económico
de las comunidades locales.