16 de
Septiembre de 2008 - La perturbación
de los mercados, el descenso de la actividad
económica y los rumores de recesión
siempre han presagiado tiempos duros para
el medio ambiente. En circunstancias de esa
índole, muchas veces la salvaguardia
del planeta se ha considerado un lujo y una
carga para la recuperación económica
y el desarrollo. Sin embargo, la singular
historia de la capa de ozono, cuya preservación
celebramos hoy, demuestra que tales ideas
no son más que mitos.
Una acción multilateral
decidida ante las amenazas y los desafíos
que afronta el medio ambiente puede redundar
en beneficios sanitarios, sociales y económicos
de gran envergadura. El Protocolo de Montreal
relativo a las sustancias que agotan la capa
de ozono, eje de nuestros esfuerzos para combatir
el agotamiento del frágil escudo protector
de la Tierra, contribuye también a
luchar contra el cambio climático,
pues se ha determinado que muchas de las sustancias
químicas controladas con arreglo a
este tratado también contribuyen al
calentamiento del planeta. Con la reducción
progresiva de los clorofluorocarbonos (CFC)
—que otrora se utilizaban comúnmente
en productos como los refrigeradores— y la
decisión ya adoptada de acelerar la
reducción progresiva de los hidrofluorocarbonos,
el tratado ha ofrecido un beneficio doble.
Espero que los gobiernos tengan presentes
esos resultados y se sientan en condiciones
de hacer frente a una amplia gama de problemas
ambientales, y no sólo en épocas
de prosperidad. Las medidas que adopten en
ese contexto deberían incluir un estudio
más completo de las sinergias naturales
que pueden existir entre nuestros diversos
acuerdos multilaterales sobre el medio ambiente.
El año próximo
los gobiernos celebrarán en Copenhague
una conferencia crucial relativa a la Convención
Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio
Climático. Nuestra meta debe ser la
adopción de un nuevo acuerdo decisivo,
que coloque al mundo en el rumbo correcto
para estabilizar las concentraciones de gases
de efecto invernadero en la atmósfera
y ofrezca la financiación necesaria
para que los países vulnerables puedan
adaptarse a los efectos del cambio climático.
Este acuerdo no sólo constituiría
un avance en el enfrentamiento a uno de los
mayores desafíos de nuestro tiempo,
sino que también podría contribuir
a poner freno a la contaminación del
aire de las zonas urbanas, la deforestación,
la pérdida de diversidad biológica,
y otros peligros.
Tras decenios de agresiones
químicas, tal vez la capa de ozono
necesite otros 50 años para recuperarse
totalmente. El Protocolo de Montreal nos ha
enseñado que cuando degradamos demasiado
nuestro medio ambiente, su recuperación
no se logra de manera instantánea,
sino que requiere un prolongado proceso de
atenciones y cuidados. Sin embargo, su lección
principal es que al enfrentar un desafío,
actuamos al mismo tiempo sobre muchos otros
problemas. El avance ininterrumpido en este
ámbito y la posibilidad de lograr nuevos
progresos en la reunión de Copenhague
y en otros foros también contribuiría
significativamente a la consecución
de los objetivos de desarrollo del Milenio.
En este Día Internacional, hagamos
la promesa de aprovechar mejor estas oportunidades
polifacéticas, y hacer todo lo posible
por crear hoy la “economía verde” de
mañana.