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Reportaje - agosto 23, 2010 - La empresa española
Hansa Urbana está amenazando el único
arrecife de Baja California Sur: Cabo Pulmo,
de gran importancia internacional y que es
considerado Patrimonio Natural de la Humanidad
por la UNESCO.
En este sitio se pretende
construir el mega-complejo turístico
de Cabo Cortés, previsto en el municipio
de Los Cabos, Baja California Sur. El proyecto
se desplegaría sobre una extensión
superior a 3,800 hectáreas, contaría
con una marina de 490 amarres, dos campos
de golf, capacidad para 30 mil cuartos y 5
mil viviendas para los trabajadores, es decir
una capacidad habitacional casi igual a la
de Cancún.
Este desarrollo colinda
con Cabo Pulmo, un Parque Marino Nacional
que es parte de la lista del Patrimonio Natural
de la Humanidad por la UNESCO, y que en 2008
fue incluido en la lista del Convenio RAMSAR
para la protección de humedales de
importancia internacional. En ese mismo año,
la empresa Hansa Urbana obtuvo la autorización
por parte de la Secretaría de Medio
Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) para
iniciar la construcción de Cabo Cortés.
Sin embargo, dos años
después de interponer varios recursos
legales, organizaciones como el Centro Mexicano
de Derecho Ambiental (Cemda) y Defensa Ambiental
del Noroeste (DAN) lograron que la Semarnat
cambiara su postura y reconociera que la autorización
no debió otorgarse y que tiene que
ser modificada la Manifestación de
Impacto Ambiental del proyecto; esto pone
en evidencia el error de la misma dependencia
al dar un permiso de esta naturaleza.
Exequiel Ezcurra, director
del Instituto para México y Estados
Unidos de la Universidad de California señaló
que a pesar del anuncio de la Semarnat, la
opinión de muchos colegas científicos
y conservacionistas es que el proyecto de
Cabo Cortés no se debe realizar, porque
los argumentos para su construcción
han sido equivocados y en muchos casos se
omitieron datos técnicos que de no
contemplarse ponen en serio riesgo la vida
del arrecife de Cabo Pulmo y la salud ecológica
de esa región.
Cabe señalar que
la Comisión Nacional de Áreas
Protegidas (CONANP) emitió en julio
del 2009 una opinión negativa sobre
el informe de impacto ambiental presentado
por la empresa Hansa, y sobre el impacto potencial
del proyecto. También existe una opinión
técnica de la Dirección General
de Política Ambiental e Integración
Regional y Sectorial de la Semarnat, que ha
señalado la inviabilidad legal del
proyecto dado que contraviene tanto el Plan
de Ordenamiento Ecológico de Los Cabos
como programas sectoriales y legislación.
Cabo Cortés, destruyendo
el paraíso
Para denunciar el riesgo
que corre Cabo Pulmo con la construcción
de este proyecto depredador, Greenpeace presentó
el informe: Cabo Cortés, destruyendo
el paraíso, en el que se detallan los
antecedentes de Hansa antecedentes de investigaciones
por irregularidades en otros proyectos ubicados
en España y cómo la Semarnat
erróneamente autorizó su proyecto.
En España, Hansa
Urbana tiene el proyecto Novo Carthago, que
se prevé construir en Cartagena (Murcia)
y que acumula una serie de investigaciones
por irregularidades en su proceso de aprobación,
especialmente en lo que se refiere a la tramitación
urbanística y el proceso de recalificación
de los terrenos. La Fiscalía de Murcia
lo ha investigado después de conocer
que el campo de golf va a construirse en un
paraje protegido por la Unión Europea
como Zona de Especial Protección para
las Aves (ZEPA) y Lugar de Interés
Comunitario (LIC). Por otro lado, en mayo
de 2010 Rafael Gálea, director general
de Hansa Urbana fue llamado a declarar por
un juez en calidad de imputado, ya que existen
“indicios racionales” de participación
en delitos contra la Hacienda Pública
y falsificación de documentos. La cuantía
de los delitos superaría los seis millones
de euros.
Cabo Cortés no debe
ser autorizado, en vez de ello, se pueden
promover intensivamente los esfuerzos de protección
de Cabo Pulmo por parte de la comunidad local,
que ha usado un modelo de turismo respetuoso
con el medio ambiente.
Los cultivos transgénicos,
un fracaso econômico
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- agosto 27, 2010 - Cero incremento de la
productividad, ganancias nulas, costos adicionales,
mayor uso de agroquímicos, cosechas
perdidas y dificultad para comercializar su
producción, son algunos de los onerosos
costos económicos que están
sufriendo aquellos países y productores
que optaron por la siembra de semillas transgénicas,
dio a conocer Greenpeace en su documento Cultivos
transgénicos: cero ganancias.
La organización ambientalista presentó
este informe en Chihuahua y en Ciudad Cuauhtémoc,
donde analizó casos específicos
en que los cultivos transgénicos han
tenido elevados costos para los diferentes
sectores involucrados en la cadena alimentaria,
desde los agricultores hasta los procesadores
de alimentos, que creyeron en las promesas
de la industria de biotecnología de
que habría importantes incrementos
en la producción y en las ganancias,
lo que en la práctica, nunca se dio.
Los principales casos abordados
en el documento son:
Arroz en Estados Unidos:
en 2006, la contaminación con transgénicos
causó a la industria estadounidense
pérdidas por entre 681 y 1104 millones
de dólares debido a la pérdida
de mercados de futuro, la limpieza de granjas
y las pruebas de semillas.
Soya en Estados Unidos:
la soya transgénica Roundup Ready de
Monsanto, tiene rendimientos inferiores del
5 al 10 por ciento con respecto a la soya
convencional «no transgénica».
Se estima que desde el 2006 hasta el 2009
la producción fue de 31 millones de
toneladas métricas menos, lo que se
tradujo en pérdidas por 11 mil millones
de dólares.
Algodón en Estados
Unidos: el glifosato dañó cultivos
de algodón Roundup Ready e hizo que
se redujera su cosecha casi en un 40 por ciento.
El caso está pendiente en la corte
federal de los Estados Unidos en Texas.
Algodón Bt en China:
las altas temperaturas ocasionaron que las
plantas expuestas al calor produjeran de 30
a 63 por ciento menos de toxina Bt, haciéndolas
menos resistentes a las plagas de gusanos.
Maíz, soya y algodón
en Estados Unidos: el quintonil tropical o
bledo, hierba invasora muy problemática,
ha adquirido resistencia al glifosato en al
menos 500 mil hectáreas de estos cultivos,
obligando a los agricultores a deshierbar
a mano lo cual incrementa el costo del cultivo
240 dólares por hectárea.
Linaza en Canadá:
tras confirmarse la contaminación de
esta semilla con una variedad transgénica,
los mercados se paralizaron; los precios cayeron
de 12.50 dólares hasta 6.80 en el 2009
y los productores han perdido 106 millones
de dólares canadienses. Diversos mercados
se han cerrado a la linaza canadiense y ésta
se encuentra almacenada sin poder ser distribuida.
Algodón en Colombia:
en este país se introdujeron dos variedades
de algodón transgénico que fueron
atacadas por plagas a las que supuestamente
eran resistentes. El costo de las semillas,
más los herbicidas que tuvieron que
aplicar, incrementaron los precios y como
consecuencia, más de la mitad de los
campos colombianos ya no son rentables. En
2008 y 2009 los costos de producción
promedio se incrementaron del 13 al 30 por
ciento.
Greenpeace advirtió
que de permitirse la siembra comercial de
maíz transgénico en nuestro
país se pondrá en riesgo el
gran potencial de producción del grano
con variedades convencionales y nativas, la
biodiversidad, y se propiciará la dependencia
y vulnerabilidad de los agricultores frente
a las empresas que detentan la patente de
las semillas transgénicas, además
de que muchos mercados no están interesados
en adquirir la producción transgénica.
Mientras la industria biotecnológica
continúa diciendo que los cultivos
transgénicos son la solución
a los problemas del campo una realidad distinta
se evidencia: Los cultivos transgénicos
han fracasado en repetidas ocasiones porque
el elemento que ha sido manipulado genéticamente
no tuvo éxito, por ejemplo: plantas
que se modificaron para ser resistentes a
los insectos, ahora están siendo atacadas
por esos mismos insectos y las plantas tolerantes
a los herbicidas han provocado que los campesinos
en Estados Unidos deshierben a mano.
Greenpeace señaló
que Chihuahua se ha convertido en el blanco
de empresas que quieren comercializar sus
semillas transgénicas. El estado es
depositario de una gran riqueza genética
del maíz. Alberga 23 de las 59 razas
de maíz, las cuales irresponsablemente
el gobierno mexicano pone en peligro con la
siembra a campo abierto de maíz transgénico
altamente contaminante.