abril 25, 2011 - Mañana
se cumplen 25 años del accidente nuclear
de Chernóbil [1]. Un cuarto de siglo
después, esta instalación sigue
suponiendo un peligro por el riesgo de colapso
del deteriorado sarcófago [2] que cubre
las ruinas del reactor siniestrado, que todavía
contiene en su interior
los restos activos del combustible nuclear.
La nueva estructura que debe cubrir el actual
sarcófago se terminará diez
años después de lo previsto
inicialmente y va a tener un coste tres veces
superior al calculado originalmente.
Greenpeace considera que
el accidente de Fukushima demuestra que no
se aprendió la sigue lección
de Chernóbil. “En lugar de camuflar
la gravedad del accidente de Fukushima, proponiendo
alterar los niveles de la Escala Internacional
de Sucesos Nucleares (INES) para elevar la
clasificación de Chernóbil,
como propone la Agencia de Energía
Nuclear de la OCDE, la industria nuclear debería
reconocer la inevitable peligrosidad de esta
energía ¿Qué más
tiene que pasar?”, ha declarado Carlos Bravo,
responsable de la campaña de Energía
Nuclear de Greenpeace. “
Nuevo Sarcófago:
problemas y falta de financiación
El Banco Europeo para la Reconstrucción
y el Desarrollo, que asume la gestión
del fondo para la construcción del
nuevo sarcófago, estima que su coste
total será cercano a los 1.600 millones
de euros, de los que España aporta
la escasa cantidad de 5,1 millones. La contribución
española no ha sido aumentada en la
última conferencia de donantes que
tuvo lugar los pasados días 20 al 22
de abril para recabar nuevos fondos.
“Transcurridos ya 25 años
desde la catástrofe de Chernóbil,
ha habido tiempo de sobra para solucionar
este problema. La situación actual
demuestra la irresponsabilidad de la comunidad
internacional así como del Gobierno
de Ucrania, ya que el estado del actual sarcófago
es inaceptable: los muros están agrietados,
y el techo está bombeado hacia el interior,
y su estructura amenaza con colapsarse”, ha
afirmado Bravo.
Después del accidente
en 1986, se levantó a toda prisa una
estructura sobre las ruinas y restos del edificio
del reactor siniestrado: el denominado sarcófago.
La alta radiación impidió a
los ingenieros inspeccionar con precisión
la estabilidad de carga de la estructura.
Muchas partes prefabricadas tuvieron que ser
instaladas con operaciones realizadas a distancia
y por lo tanto no pudieron colocarse con precisión,
quedando huecos en la estructura. Nunca se
tuvo la intención de que el sarcófago
fuera una solución definitiva, sino
que se diseñó para durar un
máximo de 20 a 30 años.
La estabilidad del actual
sarcófago frente a un colapso corre
un serio peligro debido a los efectos de carga
horizontal que crean los temporales de viento,
que no son raros en esta zona. Pero la nieve,
los incendios y las filtraciones de agua también
someten la estructura a una gran presión.
Además, los terremotos representan
una amenaza añadida como quedó
demostrado en 11000, cuando un terremoto moderado
agrietó la estructura.
La mayoría del combustible
nuclear se fundió con el grafito y
los cascotes de hormigón formando una
especie de lava. Toneladas de polvo radiactivo
se hallan dentro de las ruinas del reactor.
Si el sarcófago colapsara se liberaría
una gran cantidad de radiación.
Las filtraciones de agua
al interior a través de las grietas
es la mayor amenaza para las ruinas porque
acelera el deterioro del edificio y destruye
la superficie cristalizada de la “lava” de
combustible nuclear y del polvo. También
se teme que el agua contaminada llegue a los
acuíferos. Los análisis del
agua subterránea realizados entre 1997
y 2009 cerca del sarcófago mostraron
concentraciones muy altas de estroncio-90.
Debido a los altos niveles
de radiación, la nueva estructura de
contención no se puede erigir directamente
sobre el viejo sarcófago sino que se
construirá en las inmediaciones y luego
se deslizará hasta su posición
final. El nuevo sarcófago será
la estructura móvil más grande
jamás construida, con 105 metros de
altura, 150 metros de anchura, 257 metros
de longitud y un peso de 29.000 toneladas.
Está pensada para durar un máximo
de 100 años y diseñada para
retener el polvo radiactivo y prevenir las
filtraciones de agua hacia el interior.
Hace 25 años
El 26 de abril de 1986, el reactor 4 de la
central nuclear de Chernóbil explotó
y sufrió una fusión total del
núcleo. Los elementos de combustible
reventaron; una violenta explosión
hizo volar la tapa de sellado del edificio
de mil toneladas de peso. Las barras de combustibles
se fundieron mientras que la temperatura ascendía
a más de 2.000 ºC. Entonces, el
reactor de grafito se inflamó: el resultado
fue un incendio que ardió durante nueve
días, liberando cientos de veces más
radiación a la atmósfera que
las bombas atómica lanzadas sobre Hiroshima
y Nagasaki.
En los días posteriores
al accidente, miles de toneladas de materiales
fueron arrojados desde helicópteros
al reactor. Hoy se acepta que las medidas
de intervención no tuvieron una influencia
significativa para alterar el curso del accidente
y para minimizar sus gravísimas consecuencias
radiológicas. La liberación
de radiación no paró debido
a esas medidas externas, sino porque el accidente
llegó a su fin por un proceso “natural”
(el combustible remanente se solidificó).
La catástrofe de
Chernóbil tuvo lugar hace 25 años
pero continúa cobrándose víctimas.
Desde una perspectiva a largo plazo, la forma
de contaminación radiactiva más
importante es del cesio-137, cuya vida media
de 30 años, por lo que pasará
más de un siglo antes de que los niveles
de contaminación decrezcan de forma
significativa. Su persistencia hará
que los impactos en la salud también
se prolonguen durante muchas décadas.
Un reciente estudio de Greenpeace mostró
que la contaminación existe en la cadena
alimentaria de pueblos remotos cientos de
kilómetros lejos de Chernóbil.
Otro informe elaborado por Greenpeace en 2006,
estimó que el número de fallecidos
totales como consecuencia del accidente podría
ser cercano a 200.000 personas.
+ Más
Activistas de Greenpeace
realizan proyecciones en todas las centrales
nucleares españolas
Un mes después, el
accidente nuclear de Fukushima sigue sin estar
controlado
La organización pide que se ponga fin
a la era nuclear y se apueste definitivamente
por un sistema energético eficiente,
inteligente y 100% renovable. Los análisis
de Greenpeace en Japón demuestran altos
niveles de radiactividad en zonas densamente
pobladas en el área de 40 kms. de radio
de la central nuclear
Activistas de Greenpeace
han proyectado imágenes y mensajes
antinucleares en todas las centrales nucleares
españolas en operación para
reclamar el fin de la era nuclear. En el día
en que se cumple un mes del el accidente nuclear,
iniciado tras el terremoto y el tsunami de
ese mismo día, “No más Fukushima”,
“Peligro nuclear” o “Danger” han sido los
mensajes proyectados por Greenpeace en todas
las centrales nucleares para reclamar el abandono
de la energía nuclear y el cumplimiento
del compromiso que, al respecto, tiene el
PSOE.
Con esta acción pacífica,
Greenpeace llama la atención sobre
el funcionamiento peligroso de las centrales
nucleares españolas. El parque nuclear
español está al final de su
vida útil (su vida media es ya de 29
años) y sufre graves problemas de seguridad,
especialmente la central nuclear de Garoña
que tiene importantes problemas de corrosión
en diversos componentes de la vasija del reactor
(el “corazón” de la central, que encierra
el combustible de uranio). Además,
la Cultura de Seguridad de la mayoría
de los titulares de estas centrales es muy
deficiente, lo que ha provocado situaciones
de riesgo muy graves (Garoña, Cofrentes,
Vandellós-2…), e incluso escapes radiactivos
al exterior (Ascó-1). Todas ellas son
muy vulnerables frente a posibles ataques
terroristas, como Greenpeace demostró,
mediante acciones pacíficas, el año
2002 en Zorita, en 2007 en Almaraz y en 2011
en Cofrentes.
Ninguna central nuclear
española resistiría el impacto
de un avión de pasajeros, como ha reconocido
ya hasta el FORATOM (lobby nuclear europeo),
ni el de un misil. Además, tras el
accidente nuclear en Japón, ha quedado
en evidencia la incapacidad de centrales nucleares
como Garoña y Cofrentes, del mismo
tipo que las de Fukushima, de garantizar la
refrigeración del núcleo de
uranio en caso de pérdida de suministro
eléctrico.
Por ello, Greenpeace pide
que se incluyan toda una serie de pruebas
en los llamados “stress test” que se van a
realizar a las centrales nucleares. Precisamente,
está previsto que mañana se
debata en el Congreso de los Diputados una
Proposición No de Ley del PSOE sobre
esta pruebas y sobre el cierre de Garoña.
Greenpeace considera que,
además de probar la resistencia de
las centrales nucleares ante terremotos e
inundaciones extremas (por causas naturales
o por rotura de presas aguas arriba de la
central), las centrales deben demostrar que
son capaces de superar posibles ataques terroristas,
sabotajes y ciberataques, así como
el impacto de aeronaves o misiles (por accidente
o ataque terrorista). Asimismo, es necesario
probar la integridad y resistencia del conjunto
del sistema primario de los reactores, la
resistencia de sus sistemas de contención
primaria y secundaria y la capacidad de respuesta
de los sistemas de refrigeración de
emergencia ante situaciones como las vividas
en Fukushima (falta de refrigeración
del combustible, daño al núcleo,
fusión parcial del núcleo…).
Últimos datos de
Greenpeace en Japón
Después de que dos equipos de expertos
en protección radiológica de
Greenpeace hayan llevado a cabo exámenes
más amplios en el área fuera
de la zona de exclusión que rodea a
la central nuclear siniestrada de Fukushima,
Greenpeace demanda al Gobierno japonés
que la región de Fukushima reciba el
estatus de protección oficial y que
se proceda a la evacuación de las mujeres
embarazadas y los niños de las zonas
de alto riesgo de la ciudad de Fukushima y
Koriyama.
La organización ecologista
internacional también ha pedido al
Gobierno japonés que evacue completamente
varios puntos muy contaminados por la radiación,
incluyendo las ciudades de Iitate y Namie,
después de que el análisis de
los datos obtenidos por los equipos de Greeenpeace
revelara contaminación generalizada
por cesio.
“La población en
el área metropolitana de Fukushima
podría recibir potencialmente una dosis
de radiación de más de 5 milisieverts
por año, que fue el límite para
la evacuación de Chernóbil,
después del desastre en 1986”, ha dicho
la Dra. Rianne Teule, experta de Greenpeace
en protección radiológica.
Los equipos de expertos
en protección radiológica han
registrado niveles de radiación de
4 microsieverts por hora en un parque infantil
de la cuidad de Fukushima, y de 2,8 microsieverts
por hora en un santuario de Koriyama. Estos
niveles son suficientemente altos como para
exponer a la población a la cantidad
máxima de radiación anual en
cuestión de semanas. El análisis
de la tierra realizado por la Universidad
de Kyoto indica que más del 80% de
la radiación en estos puntos afectados
son isótopos de cesio, que persistirá
en el medio ambiente por varios años.
Los equipos también
encontraron niveles de radiación por
encima de los niveles oficiales en hortalizas
cultivadas en huertas cerca de la ciudad de
Fukushima, Koriyama y Minamisoma, así
como de un supermercado de la ciudad de Fukushima.
Al menos una de las hortalizas analizadas
tomadas de la región podría
ser catalogada como residuo nuclear.
“Con más de un millón
de personas viviendo en la ciudad de Fukushima
y en el área de Koriyama es inaceptable
que las autoridades continúen ignorando
la gravedad de la situación”, ha concluido
el Director Ejecutivo de Greenpeace Japón,
Junichi Sato. “El Gobierno no solo tiene que
procurar a la población consejos claros
sobre cómo protegerse de la radiación
sino que tienen que empezar a pasar a la acción
declarando el estatus de protección
oficial”.
Greenpeace considera que
el grave accidente nuclear de Fukushima, que
sigue sin control un mes después de
su inicio y que ha provocado ya una importante
contaminación radiactiva, debe obligar
al Gobierno central a cumplir su compromiso
de poner en marcha un calendario de cierre
progresivo pero urgente de todas las centrales
nucleares españolas.
Los ecologistas piden al Defensor del Pueblo
Andaluz que investigue sobre los residuos
italianos de Nerva