Expulsando a la atmósfera
cantidades de radiación
varios cientos de veces mayores a las desprendidas
por las bombas nucleares lanzadas en Hiroshima
y Nagasaki, la explosión del reactor
y el incendio que le siguió, se convirtieron
en el peor accidente nuclear civil de la historia
hasta el momento. Las consecuencias se sintieron
por toda Europa –y persisten incluso hoy,
26 años después.
Del 27 de abril al 5 de
mayo, helicópteros militares sobrevolaron
el sitio, lanzando 2,400 toneladas de plomo
y 1,800 toneladas de arena, con lo que se
trataba de controlar el fuego y absorber la
radiación. Esto tampoco tuvo éxito.
De hecho, se empeoró la situación,
ya que el calor se acumuló debajo de
los materiales arrojados. Eso elevó
de nuevo la temperatura del reactor, así
como la cantidad de radiación que emitía.
En la etapa final de la lucha contra el fuego,
el núcleo del reactor se enfrió
con nitrógeno. Sólo hasta el
6 de mayo estuvieron bajo control el fuego
y las emisiones radiactivas.
Ocho meses después
del accidente, en noviembre de 1986, se construyó
un “sarcófago” –fabricado con 7,000
toneladas de acero y 410,000 metros cúbicos
de concreto– alrededor del reactor averiado,
a fin de detener la emisión de radiactividad
a la atmósfera.
La extensión de tierra
afectada es equivalente al territorio de Bangladesh
o casi 5 veces el tamaño de Holanda.
En el momento del accidente, 7 millones de
personas (incluidos 3 millones de niños)
vivían en estas zonas. De ellos, unos
350, 000 fueron reubicados o abandonaron la
región afectada.
Tres años después
del accidente nuclear, el gobierno soviético
suspendió la construcción de
un quinto y sexto reactor en el complejo de
Chernobyl. Tras prolongadas negociaciones
internacionales, el complejo completo se cerró
el 12 de diciembre de 2000, 14 años
después del accidente. Gran contaminación,
reubicaciones, impactos de largo plazo en
salud, consecuencias del peor accidente nuclear
civil hasta la fecha.
+ Más
A dos años del derrame
petrolero en el Golfo de México, los
científicos confirman mayores daños
en ecosistemas de fondos marinos; y mientras
el pozo Macondo aún muestra los impactos
de la catástrofe, los gobiernos de
México y España insisten en
apoyar las perforaciones en aguas profundas
en sus respectivas regiones
Las aguas del Golfo de México aún
muestran los estragos del vertido de millones
de litros de crudo, a raíz de la explosión
de la plataforma petrolera Deepwater Horizon,
el 20 de abril de 2010, que provocó
daños en ecosistemas de los fondos
marinos, mucho más de lo imaginado
inicialmente por los científicos, de
acuerdo con un estudio publicado en el marco
del segundo aniversario de este desastre,
el más devastador para la región,
informó Greenpeace.
Recientes estudios señalan
que los impactos en las comunidades coralinas
alcanzadas por los hidrocarburos han sido
demoledores: “los corales presentan también
signos de estrés de forma muy generalizada,
incluyendo varios grados de pérdida
de tejidos, alargamiento de los escleritos,
exceso de producción mucosa, ofiuros
(estrellas de mar) blanquecinos adheridos
y una cobertura de un material marrón
floculante”, señala la investigación
de Helen White, del Instituto Tecnológico
de Massachusetts y la Institución Oceanográfica
Woods Hole.
Dichas investigaciones demuestran
a su vez, que los vertidos de crudo generan
inclusive más daños cuando se
generan en aguas profundas que en la superficie
marítima. Cada derrame de petróleo
en alta mar trastorna el ecosistema, provocando
perturbaciones ecológicas, algunas
temporales, otras irremediables.
Respecto al impacto sufrido
por la fauna de la región, la Administración
Nacional Oceánica y Atmosférica
del Departamento de Comercio de los Estados
Unidos, (NOAA por sus siglas en inglés),
reportó:
- 8,567 aves vivas y muertas
que fueron recuperadas; de las cuales 1,423
fueron rehabilitadas y puestas en libertad.
- 613 tortugas marinas muertas.
Se rescataron vivas 536; de ellas, 456 estaban
visiblemente manchadas de crudo. El ochenta
y ocho por ciento de éstos reptiles
fueron liberados posteriormente.
- 153 mamíferos
marinos muertos.
Además, a principios
de 2011, la NOAA declaró un evento
de mortalidad inusual para los cetáceos
en el norte del Golfo de México: 356
varamientos (en comparación con un
promedio histórico de 74). Muchos de
estos animales tenían trazas visibles
de crudo en sus cuerpos.
Este es un claro ejemplo
de los impactos que deja la perforación
en aguas profundas y de los peligros que representa
para el medio ambiente. Petróleos Mexicanos
tiene un amplio historial de derrames petroleros
en las costas de Tamaulipas, Veracruz, Tabasco
y Campeche. Ahora, con los planes de exploración
de aguas profundas en las costas del Golfo
de México, se incrementa la incertidumbre
por los daños que puede provocar esta
industria del lado mexicano.
Greenpeace denuncia que,
a dos años del ecocidio más
grave ocasionado por un derrame petrolero,
parece que los gobiernos no han aprendido
la lección: EEUU y México llegaron
a un acuerdo transfronterizo para incrementar
la explotación de los recursos fósiles
del Golfo de México, en un área
catalogada como zona de alto riesgo por los
niveles de profundidad que suponen más
de tres mil metros.
Del mismo modo, en los últimos
dos años, España ha incrementado
drásticamente su apuesta por la busca
y extracción de hidrocarburos en su
costa: frente al Parque Natural de Delta del
Ebro, entre Valencia y las islas Baleares,
en el Mar de Alborán así como
en Canarias. España ha apostado fuertemente
por un incremento de la búsqueda de
hidrocarburos en su costa y a penalizar las
renovables con una moratoria en las inversiones.
Esto, a pesar de que las aguas mexicanas no
hayan sido inmunes a los efectos del vertido
de BP en el Golfo.
Greenpeace exige al gobierno
español y al mexicano, un alto a las
perforaciones de alto riesgo, tanto en el
Mediterráneo, como en el Golfo de México
porque se trata de proyectos peligrosos e
innecesarios. Las energías renovables
obtenidas de fuentes hídricas, eólicas
o solares son más convenientes desde
todos los puntos de vista: técnico,
económico, ambiental y de ocupación
del territorio. Cuanto más rápida
sea la transición, mayor será
el beneficio ambiental y económico.