Panorama
 
 
 

TRAS DERRAME DE PETRÓLEO EN RUSIA, LOS HABITANTES LIMPIAN MIENTRAS LOS RESPONSABLES NO HACEN NADA

Panorama Ambiental
Internacional
Junio de 2013
 

 

Prensa - 11 junio, 2013 - Semanas atrás los pobladores Komi del norte de Rusia se encontraron con una gran masa de petróleo esparciéndose por el río Kolva. Entonces dieron la alarma a las autoridades, pero nadie atendía su reclamo. Durante una semana, el combustible se acumuló en las costas. Pronto descubrieron que la responsable del derrame había sido Rusvietpetro –un emprendimiento conjunto entre VietPetro y Zarubezhneft, una petrolera rusa controlada por el estado-. La empresa y las autoridades locales no sólo no explicaron qué originó el incidente sino que tampoco organizaron acciones de limpieza.

No se dijo ni una sola palabra a las comunidades afectadas sobre cómo se realizará la limpieza del área. Tampoco se informó a los inversores sobre lo ocurrido, y el hecho ha tenido una cobertura prácticamente nula por parte de la prensa local y nacional. Ahora el petróleo llegó hasta el río Pechora, que desemboca en el Océano Ártico. Greenpeace Rusia obtuvo fotos gracias al Comité “Save the Pechora”, una organización que está en el área en este mismo momento, documentando el derrame y acompañando al pueblo Komi, cuyos integrantes asumieron las tareas de limpieza en el lugar. Ellos no tienen idea sobre cuánto petróleo se ha derramado en sus cauces de agua, pero se estiman unos 730 barriles.

Los residentes contactaron a las autoridades pidiendo respuestas, pero nada hicieron los responsables para calmar el miedo de los ciudadanos. En lugar de ello, se tomaron unos días –hasta el 28 de mayo, concretamente- para reunirse con los afectados, los representantes regionales del Ministerio de Recursos Naturales y las autoridades gubernamentales locales.

La reunión no fue para anunciar el plan de limpieza y tratamiento del material derramado, que está dañando la salud y las fuentes de agua de la población local, sino para que el Alcalde del distrito de Usinsk, Alexander Tian, anunciara a los ciudadanos: “Si no quieren respirar gases tóxicos, tendrán que subir a sus botes y limpiar el petróleo ustedes mismos”. De acuerdo a los dichos de un asistente a la reunión, la oferta fue de aproximadamente 250 euros por cada barril que las personas pudieran recoger.

Y así, la población local junto a sus niños se adentraron en ríos tóxicos en sus propias embarcaciones para limpiar el petróleo del río con sus propias manos. Muchos de ellos tenían algo de protección; las imágenes tomadas por un activista local muestran que todos y todo está cubierto, aunque algunos manipulaban el petróleo con sus manos desnudas.

Luego, cuando ellos comenzaron a entregar los barriles llenos de petróleo, la compañía se negó a pagarles. Su extraña excusa fue que el combustible que los ciudadanos devolvían no pertenecían a la compañía responsable por el accidente, Rusvietpetro, sino a Lukoil, otra petrolera que opera en el área. Finalmente ayer, Rusvietpetro accedió y comenzó a pagar el dinero a los residentes.

Mientras todo esto ocurría, la administración continuaba haciendo de cuenta que todo estaba bien y Rusvietpetro no reaccionaba en absoluto. Al ser consultada sobre lo ocurrido, la administración se excusó diciendo que todo había sido un accidente. Sin embargo, la explosión ocurrida en el Kolva tuvo sólo 15 metros de alcance, mientras que el río tiene entre 100 y 200 metros de ancho.

A pesar de que la insistencia del gobierno en que la respuesta fue rápida, el petróleo continuó bajando por el Kolva por 100 kilómetros abajo, eventualmente alcanzó al río Pechora y contaminó unos 70 km de este río, que sigue su curso hacia el norte, llevando este desastre hasta los márgenes mismos del Océano Ártico.

Las autoridades locales y la prensa rusa no tienen la suficiente libertad como para revelar detalles de la situación. De acuerdo con uno de los periodistas trabajando en la zona, han recibido órdenes puntuales de no informar nada acerca de este incidente, y la administración sólo hizo declaraciones públicas después de presionar a los ciudadanos y a Greenpeace Rusia.

Comparado con desastres más famosos como el llamado Deepwater Horizon, éste es relativamente pequeño, y se encuentra en un área de fácil acceso para las patrullas de limpieza (que no acudieron). A pesar de esto y de la infraestructura que tienen disponible las autoridades, decidieron no hacer nada para detener el derrame. Los Komi están respirando gases tóxicos en este momento.

De acuerdo con un representante local del Ministerio para Situaciones de Emergencia: “Pusimos en marcha un plan de migración en caso de derrame, pero no tenemos nada. Pregúntenle a Rusvietpetro (la compañía, responsable del derrame) sobre ese tema. Le pedimos a la gente que limpie el petróleo porque ellos tienen pequeños botes que pueden operar en las aguas contaminadas.” Rusvietpetro aún no ha respondido.

Este incidente muestra claramente lo inútiles que son las empresas locales y particularmente las extranjeras para hacerse cargo de un incidente derivado de una fusión empresarial. Mientras las petroleras promueven leyes más flexibles en Rusia, los emprendimientos conjuntos –como las perforaciones- se han vuelto cada vez más frecuentes.

Lo verdaderamente terrorífico es que Zarubezhneft, la empresa que controla el 51% de Rusvietpetro, podría ser beneficiada con permisos para perforar el Ártico ruso, de acuerdo con las leyes rusas. Hay sólo dos compañías además de Zarubezhneft que tienen estos derechos –Rosneft y Gazprom. El 3 de junio, mientras el petróleo de Rusvietpetro continuaba esparciéndose por el Kolva, el Ministerio de Recursos Naturales de Rusia informaba que esta compañía podría recibir muy pronto licencias para perforar el Ártico, específicamente en el Mar de Barents.

Si Rusvietpetro y las autoridades rusas no pueden o no quieren hacerse responsables de este comparativamente pequeño accidente en sus costas, sería terrible imaginar su reacción frente a un accidente en el Ártico ruso, área que se encuentra a cientos de millas.

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Estoy en Gezi, estoy en Turquía

Prensa - 10 junio, 2013 - Por Laetitia Liebert - 7 junio, 2013 en 17:34 Con los ojos del mundo puestos en un pequeño parque en Estambul, un nuevo mensaje global de solidaridad en defensa de nuestro frágil planeta ha nacido: “¡Estoy en Gezi!"

Manifestantes contra irreflexivos y no pedidos desarrollos han sido repelidos con brutalidad policíaca, gases lacrimógenos y arrestos masivos que los medios de comunicación locales apenas informan.

A pesar de que Turquía cuenta con abundantes fuentes de energía renovable (solar, eólica y geotérica), el Primer Ministro Recep Tayyip Erdogan sigue impulsando planes insalubres o peligrosos tales como la expansión de centrales eléctricas de carbón y prevé la construcción de dos centrales nucleares.

Su gobierno está pactando acuerdos internacionales para construir más plantas de carbón, ignorando las regulaciones locales.

En los últimos dos años, en el pueblo Black Sea, de Gerze, quienes se oponen a las centrales de carbón se han visto una y otra vez con la respuesta policial de gas lacrimógeno y arrestos masivos.

Las regulaciones turcas han sido torpedeadas para dejar a la industria nuclear fuera de la línea de medición de los impactos ambientales de producción. Esto facilita que el gobierno pueda ignorar a dos terceras partes de la población que se opone a la energía nuclear y presionar para lograr la construcción de las plantas nucleares de Sinop y Akkuyu. Mientras que el 5% de Turquía tiene el estatus de “área protegida”, ni siquiera esto es respetado.

La nueva legislación que promueve el gobierno –la Ley de Protección a la Naturaleza y la Biodiversidad, la cual será votada en el Parlamento esta semana- permitiría quitar el estatus de “área protegida” así, sin ninguna justificación o debate público o alguna explicación.

El voto ha sido pospuesto a la par del levantamiento de las protestas. Mientras la legislación languidece en el limbo, aún hay tiempo para que esta sea arreglada. Es el tiempo perfecto para que el gobierno tome en cuenta las demandas de aquellos que quieren proteger el parque Gezi y todo el país. De lo contrario, el Parlamento debe rechazar la propuesta actual y exigir un nuevo borrador. Las autoridades tienen la oportunidad para demostrar que escuchan la voluntad de la gente y tomar sus intereses en cuenta.

También es la oportunidad perfecta para que el gobierno firme la Convención Aarhus que garantiza el acceso a la información, el derecho a la participación en la decisión de hacer procesos y el derecho a litigar en asuntos ambientales. La Unión Europea se encuentra entre los 46 firmantes y se espera que todos los países que intenten formar parte del bloque la signen.

El Primer Ministro Erdogan y su gobierno puede enseñar al pueblo de Turquía que ha sido escuchado y sus derechos respetados. Puede decirles que la democracia turca es una tarea diaria y no algo reservado para solo ir a depositar un voto a la casilla cada 5 años. Puede reconocer que la sociedad civil es el corazón latiente de una democracia saludable. Erdogan puede firmar la Convención Aarhus y arreglar la Ley de Protección a la Naturaleza y Biodiversidad antes de regresarla al Parlamento para la votación.
Como muchos comentaristas han dicho, la situación en Turquía ya no es sólo “un tema sobre unos árboles en el parque”. Pero no nos equivoquemos, es indispensable que la gente comprenda la importancia de este precioso espacio verde. Es sobre si Turquía continuará o no con su desarrollo económico y entender que es la naturaleza la que nos nutre y cubre nuestras necesidades como aire fresco que respirar y comida limpia que comer. La naturaleza también alimenta nuestras almas y el acceso a ella es un derecho humano.

La extensión del movimiento que ganó atención en Gezi es una muestra de que la protección exigida para el parque Gezi es una demanda para todo el país: “¡Estoy en Turquía!”.

 
 

Fuente: Greenpeace – Internacional
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